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Voto de Revista Contraste:
6
Drama. Intriga Francia, 1386. Narra el enfrentamiento entre el caballero Jean de Carrouges (Matt Damon) y el escudero Jacques LeGris (Adam Driver), al acusar el primero al segundo de abusar de su esposa, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer). El Rey Carlos VI decide que la mejor forma de solucionar el conflicto es un duelo a muerte. El que gane será el poseedor de la verdad y, en caso de que venza LeGris, la esposa del caballero será quemada como castigo por falsas acusaciones. [+]
29 de octubre de 2021
64 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más de veinte años después, Ben Affleck y Matt Damon se reúnen para volver a escribir un guion tras El indomable Will Hunting, que les abrió las puertas en Hollywood. Esta vez, les acompaña Nicole Holofcener, especialmente conocida por su libreto ¿Podrás perdonarme algún día?, que llegó a finalista en los Óscar de 2019.

Los tres se suman a la revisión histórico-social de las agresiones sexuales a la mujer que el movimiento #MeToo ha desencadenado en los últimos años. Y a partir del ensayo de Eric Jager, construyen una historia narrada desde tres puntos de vista.

Por su parte, Ridley Scott tiene ocasión de sacar partido a uno de sus contextos favoritos, la Edad Media (siempre a su medida) para hacer lucir no solamente sus decorados, sino también su vigorosa capacidad para rodar secuencias de acción. En este sentido, la inclinación de Scott a detallar la violencia en sus encuadres y montajes sirve para manifestar la dureza de las luchas cuerpo a cuerpo, mientras tampoco se contiene en la brutalidad de la violación.

Sin embargo, los cuatro cineastas prefieren ser menos minuciosos con algunos clichés. La intención grandilocuente del armazón dramático y su dilatado metraje, así como la triple perspectiva, provocan una primera impresión de superproducción compleja e impregnada de gravedad. No obstante, a medida que avanza y, especialmente, cuando acaba, esa sensación muta y se atisba una falta de densidad argumental y un estancamiento y reiteración de pasajes que impiden que progrese la acción.

En la era de la posverdad, Damon, Holofcener y Affleck hacen de la estructura Rashomon (que también se denomina efecto Rashomon) una trampa de corte, precisamente, más bien efectista y al servicio de un discurso algo tramposo y simplificador. Aunque cada espectador puede valorar esa experiencia, a El último duelo le falta profundidad; no sirve coger un tema donde las posturas morales en la actualidad son obvias para hacer un discurso obvio.

Por eso, ante un tema tan esencial como la dignidad humana, el consentimiento en las relaciones y la verdad no basta con hacer un discurso de masas, adornado con unos vistosos efectos especiales. De Ridley Scott y su equipo se espera algo más, con un presupuesto como el que manejan.

Al final, además de la garra de las escenas bélicas, y la excusa de la denuncia social, la trama se construye sobre algunas de las pulsiones básicas: la ira y el ego y, también, la lujuria y el afán de dominar. Lo que en otros dramaturgos, como un Shakespeare, se convierte en un relato trascendente y capaz de hacer reflexionar con amplio recorrido, aquí todo eso conduce a consideraciones evidentes y que, en la mayoría de casos, ya se conocían previamente.

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