Crimen y Castigo, Sed de Mal y A Sangre Fría son algunos de los títulos que se me vienen a la cabeza tras ver este film de Woody Allen el cual, si bien funciona y está bien dirigido, dista mucho de ser la mejor obra del director neoyorquino.

Destacaríamos el pulso narrativo, una historia convincente, unos actores que trabajan bien y un entramado de suspense psicológico digno del mejor Polansky, aunque a lo que de verdad me recuerda es al cine de Richard Brooks.

La película engancha tanto por su planteamiento como por el desarrollo de su guion el cual plantea asuntos muy serios como la culpa, el dolor y el arrepentimiento. Su estética es fresca y actual y posee un gran ritmo narrativo. La psicología de los personajes es compleja y cabe destacar la química entre la pareja de actores protagonistas.

Las subtramas son muy nutridas y dotan al film de una gran complejidad, los actores y actrices secundarios cumplen con su cometido a la perfección. El final resulta un tanto abrupto y no te lo esperas, a mi modo de ver, desmerece un poco el resto del metraje.

En esta ocasión Woody Allen pisa un terreno poco conocido pero lo hace con oficio y maestría como gran director que es.