Como comedia, se trata de una película ligera cuya trama no debe tomarse demasiado en serio. La fotografía y el color están cuidados de una manera inteligente, más allá de los evidentes homenajes a figuras de la pintura fácilmente reconocibles.

Dicho ello, creo que es uno de los mejores musicales que he visto. Los números musicales se integran en la trama de una manera inteligente y desenfadada, lo cual ya es mucho decir si se tiene en cuenta que la historia es deliberadamente disparatada. He disfrutado mucho, la verdad. Todos los números musicales resultan frescos, originales y sumamente brillantes. Antes de ver la película, conocía a muy pocos actores, pero en cualquier caso no parece que ninguno de ellos sea bailarín o cantante profesional (cantante seguro que no, todo son playbacks). Todo ello dota a la película de una gran frescura. Los actores bordan sus personajes para dar el tono perfecto que requiere la película. Destacaría a Steve Martin, que clava su interpretación de personaje protagonista para darle las dosis necesarias de ingenuidad, candor, humor y maldad. Y, por supuesto, a Christopher Walken, el actor más reconocido de los que intervienen en la peli, y que destaca en un número gamberro de los que permanecerá en mi memoria cinéfila.