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España España · Barcelona
Voto de rober:
5
Drama Crónica sobre un periodo de la vida del director soviético Sergei Eisenstein, el que pasó en México, donde rodó, entre otros films, "¡Que viva México!". El director de “El Acorazado Potemkin” (1925) vivió más de un año (1931) allí para plasmar en celuloide su fascinación por el Día de Muertos y los ritos religiosos de la cultura popular mexicana. Sin embargo, la cinta quedó inconclusa, por lo que en 1979 Grigori Aleksandrov, a partir de ... [+]
11 de febrero de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún no sé si Greenaway quería riduculizar a un artista genial, o simplemente humanizarlo... Quizá ni él mismo lo tenga del todo claro. Esta película sólo puede haberla hecho el director británico, sin duda lleva su sello: excesiva, petulante, barroca, atrevida... En lo sexual, lo explícito llega hasta el límite de la provocación a las mentalidades acomodaticias; en lo meramente escatológico, incluso capto un discurso infantiloide de caca-culo-pedo-pis. Después de tantos años, Greenaway sigue siendo un niño grande. Para lo bueno y para lo malo.

Eso sí, como retrato deformado de Eisenstein, la película tiene su encanto. Uno no puede saber hasta qué punto es verídico lo que aquí se cuenta, pero desde luego sí sirve para explicar por qué la filmografía del director soviético está plagada de obras maestras y también de proyectos frustrados.

Una vez más, Greenaway rompe los esquemas de lo formal con muchos destellos ingeniosos y otros que no lo son tanto. El recurso consistente en partir la pantalla, por ejemplo, no resulta del todo acertado, en mi opinión. La música de Prokofiev, por contra, está muy bien escogida y utilizada. Y hay un par de planos-secuencia de los que quitan el hipo, y que justifican por sí solos el visionado de esta película. El problema es que, con tanta creatividad y desvarío estilístico, el director británico se olvida de que está contando una historia. Más que deformar el argumento, la trama se acaba reduciendo al tema del despertar (homo)sexual del protagonista, y con ello el film va perdiendo interés progresivamente. "Eisenstein en Guanajuato" nunca llega a emocionar, ni provoca complicidades en el espectador. A lo sumo, una curiosidad malsana.
rober
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