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España España · Barcelona
Voto de reporter:
8
Terror. Intriga El 21 de octubre de 1994, Heather Donahue, Joshua Leonard y Michael Williams entraron en un bosque de Maryland para rodar un documental sobre una leyenda local, "La bruja de Blair". No se volvió a saber de ellos. Un año después, fue encontrada la cámara con la que rodaron: mostraba los terroríficos hechos que dieron lugar a su desaparición. (FILMAFFINITY)
12 de noviembre de 2007
18 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obviamente el argumento no está basado en hechos reales. Lo saben los directores y -en teoría- lo sabe el espectador. Aún así el realismo es tal que es inevitable replantearse en algún que otro momento hasta qué punto llega la ficción en esta escalofriante historia. El uso de la cámara al hombro y la mala calidad de la imagen y sonido contribuyen a consolidar esta sensación de realismo… y por consiguiente, de terror. Entre uno de los mil y un mitos que rodean el rodaje de la cinta se halla el de las dictatoriales prácticas de los directores para con su reparto (que por cierto, por si fuera poco, comparten nombre y apellidos con sus respectivos personajes: genial). Prácticas que harían parecer al mismísimo Stanley Kubrick una hermanita de la caridad. Se ha llegado a decir que durante la noche les iban dejando falsas pistas relacionadas con la trama, para hacer crecer en ellos la sensación de inseguridad. El resultado se ve reflejado en el producto final. Los tres personajes llegan con frecuencia a los peligrosos territorios de lo irritable. Pero acaso no reaccionaríamos todos como ellos?

Porqué así es el auténtico miedo. Es invisible, una ilusión creada por nuestra mente. Algo que saca lo peor de nosotros. Myrick y Sánchez entienden que para infundir esta sensación, no son necesarias toneladas de maquillaje ni millones de píxeles ni mucho menos abusivas dosis de decibelios. Excepto las reacciones de los protagonistas, todo es inquietantemente sutil en ‘El proyecto de la Bruja de Blair’. Sólo tenemos que oír unos ruidos inidentificables en la oscuridad para que la enfermiza maquinaria de nuestro cerebro dé lugar a la más pura paranoia: “Será un ciervo? Será alguien intentando encender un fuego con unas rocas? O será la misma bruja iniciando uno de sus estremecedores rituales?” Y así sucesivamente.

Después de ver el asombroso final, se confirma la inteligencia de los directores: se valen de una idea rompedora para explotar dos de los miedos más primitivos del ser humano. El primero es el de estar perdido. Estar perdido en un lugar hostil en el que no hay tregua y del que es imposible salir. Una situación que irremediablamente acaba con la cordura de cualquiera. El segundo -y más fascinante- es el miedo a lo desconocido. Como ya se ha dicho antes, no hace falta ver ningún monstruo para sentir pánico. Al fin y al cabo, el peor enemigo es nuestra propia mente, que citando al refranero popular, en este caso: “ella se lo guisa ; ella se lo come”.

Al igual que un tal Steven Spielberg en su ‘El diablo sobre ruedas’, Myrick y Sánchez volvieron a dejar claro que el talento no siempre depende de los medios. Los excelentes momentos de terror y los asombrosos resultados en taquilla han acabado dado la razón a este arriesgado, pero a la vez valerosísimo experimento cinematográfico.
reporter
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