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España España · Barcelona
Voto de reporter:
7
Drama Sandra dispone sólo de un fin de semana para ir a ver a sus colegas y convencerlos de que renuncien a su paga extraordinaria para que ella pueda conservar su trabajo. Su marido la acompaña para apoyarla. (FILMAFFINITY)
24 de octubre de 2014
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Abres el periódico y sabes que tarde o temprano, en alguna sección u otra, vas a toparte con la maldita noticia. Enciendes el televisor durante la hora del noticiario y sabes que también van a hablar de esto. En la radio, tres cuartos de lo mismo, y en internet, después de haberle dado al play a unos cuantos vídeos de gatitos y de Jennifer Lawrence (que vienen a ser lo mismo), también. Esta vez han sido 126 las que mañana no tendrán que ir trabajar. Hay que tener en cuenta a todas estas personas... y a las familias que dependen de ellas. La cifra final se multiplica. Un drama al que, por pura repetición (y por inoperancia de los poderes fácticos) nos estamos acostumbrando demasiado. Existe el riesgo de la insensibilidad... hasta que tanto en el periódico, como en el espacio televisivo, como en el programa de radio, como en la página web, llega la hora de hablar de cultura, ese oasis más o menos infecto que a pesar de los incansables esfuerzos de las fuerzas internas y externas, sigue reivindicándose como uno de los únicos polos de decencia en este infecto mundo.

Hablamos, una vez más, de la puta crisis, de las víctimas que se cobra y de los verdugos, tanto los que dan la cara como los que tan bien saben esconderse en las sombras. Corren malos tiempos, cierto, pero al jefe de todo esto parece que no le tiembla demasiado el pulso cuando le comunica al de recursos humanos que hay que aligerar carga, que esto se va a pique, que la cosa está muy mal... y toda esta mierda que ya se vomita sin pensar. En este caso, le ha tocado pringar a Sandra. De patitas a la calle en un abrir y cerrar de ojos. Gracias por todo, y búsquese la vida. Por suerte, o mejor dicho, por intervención divina de última hora, le será concedida una prórroga. ¿Acaso no vivimos en un país libre? Pues a votar se ha dicho. A Sandra le acaba de caer del cielo la posibilidad de una votación que puede salvarle la vida. El trato es perverso, quizás porque los jueces van a ser sus propios compañeros de trabajo. Si ella sigue, cada uno de ellos tendrá que volver a ajustarse el cinturón... si se va, no se rebajará sueldo alguno... hasta nuevo aviso.

Aunque la mejor de todas las noticias es que la defensa del caso la llevará a cabo una de las parejas más prestigiosas en la materia. Estamos en buenas manos: Jean-Pierre y Luc Dardenne vuelven a la carga tres años después, y hasta el último momento no conservaron intactas sus opciones para conquistar la tercera Palma de Oro (que se dice pronto) en la pasada 67ª edición del Festival de Cine de Cannes. 'Dos días, una noche' es aproximadamente lo que dura un fin de semana, que es también el tiempo que se le concede a la protagonista para que convenza a sus compañeros de que cuando vuelvan el lunes al trabajo, voten a favor de su permanencia en la empresa. Marion Cotillard, estupenda de nuevo tras algún que otro bache, lucha contra el sistema, contra los miedos de quienes la rodean pero sobre todo contra ella misma, para así no perderse para siempre. La rescisión de un contrato laboral... a veces ''sólo'' hace falta esto para que nos hundamos en el pozo, para nunca regresar. Ahora sí: así de mal están las cosas.

Y así de bien siguen esos hermanos belgas que raramente no dan en el clavo. En esta ocasión, aparte de sorprender con una elegante puesta en escena que apuesta por la -desigual- simetría de los bandos enfrentados, su mayor acierto llega a la hora de enfrentarse al verdadero reto: no se trata de que la más precipitada, improvisada y cruel de las votaciones vaya a decidir sobre el futuro profesional más inmediato de un personaje que vive literalmente ahogado en sus propias angustias (un clásico en el cine de los Dardenne), sino de saber ver hasta dónde llega la colectividad y hasta dónde la esfera más estrictamente individual. ''Hay que aislarlas'', nos llevan contando desde hace mucho tiempo, pero ahí está la trampa.

Los cineastas de Lieja, en permanente contacto con la realidad más palpable (así lo atestigua cada una de sus películas), saben que esto funciona justamente al revés; que no se puede separar lo que por definición es inseparable. Y en esto se convierten los ''dos días y una noche'', en una encomiable fusión de las dos partes indisociables del mismo problema. Éste último, por supuesto, y como suele suceder con cada una de sus propuestas, no es el de una sola persona, sino también el de una comunidad entera a la que ya no debería serle tan fácil pasar de página, cambiar de canal / dial o irse a otra web. Sin prometernos un final feliz pero sí un proceso durante el cual nunca se faltará a la verdad (pero sí a la coherencia racional en un momento determinado, lo cual es, guste o no, otro sello distintivo de la firma), el equipo Dardenne & Cotillard pone la personalidad y su incuestionable savoir faire a este excelente testigo de la actualidad que, como sin quererlo, desemboca en una película redonda, tan cruda, perra, cercana y, en el fondo, esperanzadora como la insoportable realidad que nos (y la) rodea.
reporter
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