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Dos días, una noche

Drama Sandra dispone sólo de un fin de semana para ir a ver a sus colegas y convencerlos de que renuncien a su paga extraordinaria para que ella pueda conservar su trabajo. Su marido la acompaña para apoyarla. (FILMAFFINITY)
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Críticas 109
Críticas ordenadas por utilidad
24 de mayo de 2014
120 de 130 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sandra (Marion Cotillard) es despertada en mitad de la siesta por una llamada de una compañera que la anuncia una terrible noticia: Está despedida. Sus colegas de trabajo tenían que elegir entre ganar una prima o no, siendo Sandra el daño colateral de esa elección. Y la decisión, está bastante clara, solo 2 de sus 16 compañeros la apoyan. Este es el planteamiento laboral, tan maquiavélico como (in)creíble que los Dardenne plantean, una empresa cualquiera y sus decisiones para conseguir la competitividad en un mercado libre y globalizado es la excusa para contarnos esta lucha entre David y Goliath. David es Sandra. Y Goliath también.

Sandra está casada con Manu (El eterno acompañante de los belgas Fabrizio Rongione) con el que tiene dos hijos; juntos, han luchado para conseguido mudarse de los alojamientos sociales a una casa a las afueras de la ciudad (Otro eterno acompañante de los hermanos Dardenne: Liege) Este golpe económico llega en el momento en que Sandra estaba saliendo de la depresión que la acechaba desde hacía un tiempo. Este fantasma invisible es una marca difícil de eliminar, una marca dispuesta a abrirse en cualquier momento, una marca que busca la mínima debilidad para coger fuerzas. Durante este fin de semana (Con sus dos días y su noche) Sandra no solo tendrá que convencer a sus compañeros de trabajo a que renuncien a su prima para que así ella pueda trabajar, sino que además tendrá que luchar contra ella misma.

Estilo realista, grabado en largas escenas, con una cámara que acecha a sus protagonistas tanto por su cercanía como por su persistencia, con multitud de exteriores y una luminosidad de buen día de verano, los Dardenne nos plantean una película extrañamente optimista, que atrapa por una emotividad constante. Los hermanos nos presentan un trabajo soberbio (¿Acaso saben hacerlo de otro modo?) que se ve impulsado por una Marion Cotillard en estado de gracia, una Marion que cada vez arriesga más, se compromete más, una Marion que demuestra que lo mismo puede protagonizarte un Blockbuster de Superheroes, para después eliminar el acento parisino, sustituirlo por un deje belga y recrear un personaje lleno de matices, un personaje que desprende fragilidad con una sola mirada y de iluminar la pantalla con una sola sonrisa.

“Deux jours, un nuit” no es una película social, ni un drama obrero, ni un melodrama, ni una película sobre la depresión, es todo y nada. Quizás lo más acertado sería tratarla como una epopeya, una lucha. Una pequeña gran película (Como la mayoría de las grandes películas, esas que salen de lo ínfimo, de lo sencillo, de lo vulgar y cotidiano. O al menos para esta que escribe, estos son los ingredientes indispensables), que no solo trata de una mujer luchando contra su depresión, por su puesto de trabajo y por sobrevivir (Algo muy “Dardenniano” por otra parte), sino que también nos hablar de la solidaridad, de la empatía hacia el otro, que rebusca en los límites entre el egoísmo y la estabilidad, una lucha, en definitiva, hacia la dignidad humana.

“Deux Jous, un nuit” es y será una de las películas más emotivas (Sin moralina tendenciosa) y brillantes (En sus dos acepciones: “Que brilla” y “Admirable o sobresaliente”) de este 2014. Durante 48 horas seguimos a nuestra protagonista tocar el fondo para impulsarse con más fuerza hacia la luz. Un viaje de esos por los que merece la pena pagar una entrada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charlotte Harris
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26 de octubre de 2014
67 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contar con la magnética, arrolladora y electrizante presencia de Marion Cotillard, cambia por completo la percepción que se pueda tener de una película tan poco amable y hasta ingrata como ésta. Los hermanos y directores belgas Jean-Pierre & Luc Dardenne han mostrado hasta ahora un mosaico honesto y tosco de las dificultas actuales para hacerse un hueco en la vida y encontrar una brizna de felicidad o esperanza, por lo que su cine social y a ras de tierra suele tener pocos de los encantos escapistas del consumismo habitual. “El niño de la bicicleta” (2011) era un primoroso drama doméstico, mientras que el tándem que los afianzó en el olimpo del cine europeo – “El hijo” (2002)” y “El niño” (2005) – eran esforzados recuentos de la miseria cotidiana de los menos favorecidos, hechos sin concesiones ni lindezas, sin ganas de entretener y con el solo objetivo de enunciar la realidad.

Y si bien esta cinta pudiera parecer una mera película panfletaria sobre las injusticias laborales de la crisis, nos encontramos con un rico tapiz de sugerencias y sinsabores que nos llega directamente al corazón. La lucha de una trabajadora a la que acaban de despedir – porque sus compañeros han optado por cobrar su prima salarial en vez de renunciar a ella para que no la despidan – por conseguir que la readmitan y le faciliten una segunda oportunidad, peregrinando, uno a uno, como un viacrucis laico, la vía dolorosa de sus compañeros para arrancarles un poco de solidaridad, apoyo y comprensión (o al menos compasión). Parece un objetivo utópico en el mudo utilitario y egoísta en el que nos movemos con pasmosa indiferencia hacia las necesidades y padecimientos de nuestros semejantes.

Porque si bien parece una obra de tesis, en realidad es un retablo abierto sobre las complejidades laborales del mundo depredador y cainita de hoy, donde la falta de empatía y compañerismo señorean a sus anchas y el hombre es lobo para el hombre, sin concesiones, ni gazmoñerías, ni trabas. Es la ley del más fuerte, del individualismo y la codicia. El dinero lo es todo y los altos ideales son para los que se los puedan pagar. No hay nada gratis en el microcosmos laboral de hoy, todo está tasado, hasta al afecto y la conmiseración.

Y esta brillante cinta alcanza cuotas pasmosas e inolvidables de veracidad y convicción gracias a la inconmensurable presencia de Marion Cotillard: ella está perfecta, intensa, vulnerable, derrotada y tozuda, noble y herida, rota e inquebrantable a la vez. Ella es una lección de cine y de humanidad. No se la pierdan.
antonalva
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10 de octubre de 2014
43 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si de una revisión del “12 Angry Men” de Sidney Lumet se tratase (solo que esta vez, a todo el jurado le salpica en cierta forma el veredicto del juez), los hermanos Dardenne relatan el fin de semana de una mujer que, con la ayuda de su marido y una de sus compañeras de trabajo, se dispondrá a convencer al resto de sus compañeros de trabajo de que renuncien a su paga extraordinaria a cambio de que ella pueda seguir en la empresa.

Los Dardenne plasman de una manera muy certera nuestra dualidad humana. Todos somos tanto buenas personas como egoístas. Sin embargo, es sólo en el momento en el cual únicamente podemos ser una de las dos cosas cuando sale a relucir nuestra faceta predominante; consecuencia de todo lo vivido, y de nuestra personalidad innata, claro está.

Por otra parte, hay una tercera variable, y es la que abarca lo que piensa la gente. Nos afecta muchísimo la opinión de los demás y dependemos de ella. De hecho, vemos a la mayor parte de los empleados preguntar por cuanta gente se ha unido a la causa. Muchas veces tomamos decisiones en nuestro día a día pensando que una persona como individuo no puede cambiar nada y cedemos nuestra opinión a una mayoría, por simple comodidad.

Hay que decir que muy pocos se atreverían de verdad a hacer lo que Sandra. Por desgracia hoy vivimos en una sociedad en la que a muchos les avergüenza su situación, y muchos estamos dispuestos en multitud de ocasiones a perder antes la esperanza que nuestro orgullo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan Gilabert
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25 de octubre de 2014
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Dos días y una noche" o el empobrecimiento de la clase media según los Dardenne

Acostumbrados a ver en sus películas el estrato más bajo de la sociedad belga, en este caso nos muestra la clase media empobrecida. Esa clase media golpeada por el paro y con sueldos con los que apenas llega a fin de mes.

Un film sencillo y sincero como todo su cine, donde no esconde la dureza de una vida que no se cansa de golpear a sus protagonistas, donde las dudas morales están siempre presentes, donde ante una situación extrema hay que decidir si ser egoísta o sacrificar parte de lo poco que tienes por ayudar a los demás.

En este caso, la situación planteada parece menos grave que en sus anteriores películas, donde los Dardenne nos enfrentaban a las miserias de la clase baja. En este caso acompañamos a Sandra en su viaje de 2 días y una noche, está saliendo de una depresión y durante una siesta, recibe una llamada diciéndole que va a ser despedida porque en la empresa en la que trabaja hay que recortar gastos, y los trabajadores deben votar por despedirla a ella o cobrar su bonus anual. En ese camino que recorre Sandra para verse y hablar con sus compañeros para tratar de mantener su trabajo, veremos una clase media de diferentes niveles, compañeros que tienen que tener otro trabajo los fines de semana para sobrevivir, los que mandan a su hijo a un colegio de pago, el que tiene su pareja en paro y sólo entra su sueldo, los que se han comprado una casa nueva o el que se acaba de separar y se da cuenta que con un sueldo es difícil sobrevivir.

Es importante resaltar como los Dardenne, ponen cara a cara, a Sandra con sus compañeros. Empujada por su marido y pensando en sus hijos intentará vencer el miedo al rechazo y los irá visitando, se encontrará ante la indiferencia más absoluta al apoyo más cercano, enfrentándose a la vergüenza y a la prepotencia más extrema.

En esta crisis que ha puesto en peligro un nivel de vida acomodado logrado con más o menos sacrificio vemos como todo está a punto de derrumbarse y cada uno lucha por mantenerse, pensando en como salvarse sin darse cuenta que o se solucionan las cosas de otra manera o esos recortes al final, vía bajadas de sueldos o despidos, afectan a casi todos los hogares en mayor o menor medida.

La lucha no es solo por mantener un empleo, o que no les bajen sueldo, es por mantener un status, por no sentirse menos que antes, por las presiones de los familiares, por el que dirán, por llorar a escondidas y no mostrarte débil ante los demás. Al final el camino o te hunde o te hace más fuerte.

Buenas interpretaciones, drama social y saber poner al espectador en el lugar preciso para que sea participe de la lucha y las miserias que tiene el día a día para muchas personas. Buen cine, al nivel habitual de los Dardenne.
trocko
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28 de octubre de 2014
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Relacionar al cine social con un cine que está despojado de cualquier ornamento, parece que es la primera idea que a uno lo asalta cuando se encuentra con este sub-género. También parece que siempre, siempre, habrá un posicionamiento de víctimas y verdugos, de subyugados por entes más grandes e injustos que privan a cualquiera de la dignidad familiar, laboral o personal.

Pero sin embargo, en esta crónica de la crisis actual sobre una cabeza anónima que hacen Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, estando presente la austeridad en adornos, no hay verdugos, aunque sí víctimas. Cercana casi al cine dogma, Dos días, una noche, persigue a su protagonista en un fin de semana, y como ejercicio sólo de observación, nos enseña la prueba de dignidad que ella realiza.

Lo más grande, el verdadero espectáculo que supone Dos días, una noche, es cómo expone y desarrolla el conflicto central de la película. Hay que ser muy buen director y guionista para mantener el interés en una historia que repite una misma escena de guión unas 6 veces en su metraje. Y hay que ser muy buen actor para repetir ese conflicto dramatico haciendo que cada vez sea en realidad una situación diferente. El conflicto en cuestión es ver al personaje de Marion Cotillard pidiendo a sus diferentes compañeros de trabajo que renuncien a una prima laboral para que ella pueda conservar su puesto trabajo. Pero el sublime trabajo de guión de los hermanos Dardenne, y la naturalista y sobrenatural composición de Cotillard hacen que esa prueba de dignidad sea eso, una lucha, silenciosa, natural, honda, por el respeto a uno mismo por encima de aquel lema de “El trabajo nos hará libres”.

En esta pequeña historia, cerrada en el rostro de sus personajes, o casi exclusivamente de su protagonista, los hermanos Dardenne retratan las miles de luchas anónimas que nuestro sistema ha provocado. Lo hacen sin cargar las tintas ni juzgar a sus antagonistas, sino, simplemente, exponiendo el conflicto y dejando que todos valoremos qué haríamos en su lugar. Es en la falta de pretensiones morales, y en la lúcida, honesta, sencilla y profunda interpretación de esa magistral actriz que es Marion Cotillard (ya no tiene que demostrar nada, es una de las grandes), donde se nos evidencia la completa humanidad de esta película: pequeña, áspera, dura, pero que dignifica las decisiones personales por encima de cualquier crisis (o asalto a mano armada) estructural.
jaly
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