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España España · Barcelona
Voto de reporter:
6
Animación. Fantástico. Aventuras. Infantil Nobita Nobi es un niño muy patoso al que todo le sale mal. Un día recibe la visita de Sewashi, un misterioso niño que afirma ser su tataranieto del siglo XXII y le anuncia que su futuro será un desastre que arruinará a toda la familia durante generaciones. Sewaski le presta su robot Doraemon para que le ayude a encontrar una solución. Poco después, Doraemon, el gato cósmico, cree haber encontrado la clave: el amor. (FILMAFFINITY)
20 de diciembre de 2014
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
A las seis en punto de una tarde cualquiera, de un año lejano (pero no tanto) en el calendario, por fin llegas a casa. Para ello, has tenido que comerte antes una jornada en la que el cole (como concepto, como via crucis, como ente maligno...) se te ha vuelto a atragantar en el esófago, en el estómago y en todos los intestinos. Ni un moratón ni una sola cicatriz que atestigüen la soberana paliza con la que el sistema educativo al completo se ha ensañado con tu dignidad. Derrotado y apaleado, rezas, una vez más, para que al menos tus padres no encuentren, oculto en lo más hondo de tu cartera, el enésimo suspenso que te acredita, también por enésima vez, como el fracaso más estrepitoso que haya concebido la raza humana en toda su historia. Dirías aquello de ''Mañana será otro día''... si no fuera porque sabes, perfectamente, que el día siguiente no hará sino confirmar una nueva derrota.

Por suerte, incluso en medio de este mar de nubarrones negros, sigue habiendo un rayo de luz al que aferrarte; al que mirar para que su calor brinde un confort que parecía olvidado por siempre jamás. El refugio está en la caja tonta, en aquella casa común levantada antes de la irrupción definitiva de la era digital. Eran las seis en punto de una tarde cualquiera, de un año lejano en el calendario... pero no tanto en la memoria. En aquel preciso instante, se encendió la pantalla, e inmediatamente empezó a sonar la canción de siempre. Por aquel entonces, te habías auto-convencido de que ya eras una persona adulta, de modo que te ahorraste el numerito del karaoke. No obstante, seguiste tarareando, para tus adentros, aquellas notas que tanta felicidad te transmitían. Imposible resistirse. Estaba a punto de empezar otra sesión de capítulos de Doraemon, el Gato Cósmico, lo cual no podía definirse de mejor manera que aduciendo al más dulce de los déjà vus.

Porque pocos días tuvieron que pasar, después de aquel primer encuentro, para que te dieras cuenta de que aquella relación de amor se había fundamentado en la repetición más descarada. Y cuando te das cuenta, estás en el año 2014, y el dominio que tienes de internet te permite contrastar los datos. La que sería (y sigue siendo) la obra más conocida de Fujiko Fujio empezó su andadura a finales de los 70... y más de cuatro décadas después, se han sucedido ya tres distintas series televisivas (sumando entre todas unos 2500 episodios, y subiendo...), además de una treintena de largometrajes. Correcto, hablamos de más entregas que otras franquicias tan exitosas como las del agente 007. A sus espaldas, Nobita y su pandilla ya han manoseado unos 4500 inventos distintos... y aun así, es como si, a la práctica, sólo hubieran jugado con cuatro malcontados.

El gorrocóptero, la puerta mágica, la máquina del tiempo y, quizás, la capa de la invisibilidad. Y pare de contar. Porque cuatro esquemas malcontados (esquemáticos donde los haya) son los que han regido, desde sus principios, las aventuras de los Suneos, Gigantes, Shizukas (y algunos más) que pululaban por las calles de aquella ciudad japonesa indeterminada. Aquel ser azul y sin orejas iba sacándose nuevos aparatitos del bolsillo mágico, sin embargo daba la sensación (porque de hecho, así era), de que lo único que cambiaba era el diseño del gadget; que la función era muy similar a la del otro artilugio de aquel otro capítulo; que el resultado de su uso indiscriminado nos remitiría al de otros muchos episodios anteriores... Y así hasta asentarnos en una feliz rutina que tenía de todo... menos, irónicamente, esa tan peligrosa inducción al agotamiento. No pregunten, misterios del -tierno- cerebro infantil.

La propuesta de 'Stand by Me Doraemon' responde a este mismo espíritu. Por primera vez en esta inagotable saga, se deja de lado el pincel tradicional y se apuesta por lo que ahora mismo manda, es decir, por la animación renderizada por ordenador. Indudablemente, la jugada obedece al espíritu de siempre: a renovar la carcasa (porque de esto se trata en estos tiempos) de un mecanismo que, por lo visto, aguanta como si nada el paso del tiempo. El filme dirigido por Takashi Yamazaki y Ryûichi Yagi es un autobrindis dedicado a los fans del universo de Fujio pero que al mismo tiempo tampoco pone mala cara (todo lo contrario) a todo aquel que se acerque por primera vez a él. Es, para entendernos, un capítulo alargado, construido a base de otros capítulos, centenares de veces vistos antes. Una vez juntadas las piezas, más allá de comprobar lo bien que el Gato Cósmico se ha adaptado a las nuevas tecnologías (¿o habrá sido al revés?), queda, como era de prever, lo de siempre.

Cualquier virguería con las líneas temporales es un mero espejismo; un lujoso relleno o, si se prefiere, otra excusa para incidir (de forma tal vez algo más espectacular) en los gags, trifulcas y rencillas de toda la vida. Nada nuevo bajo el sol de Japón... handicap que nunca ha recibido dicha consideración bajo los mágicos influjos de Doraemon. ''Stand by Me'', reza el título, lo cual podría traducirse, literalmente con un ''Quédate a mi lado'', especie de súplica que a buen seguro emitirá el chaval que llevamos dentro, tanto antes como después del visionado, porque por mucho que sus compañeros de fantasías le hayan enseñado, en infinidad de ocasiones, las bondades inherentes en las responsabilidades de la inatacable cultura del esfuerzo, sigue pareciendo decantarse por la versión más mínima de éste último. Y se entiende. Al fin y al cabo, ¿cómo resistirse a otro bis cuando cada uno de ellos cumple tan bien con las dosis de diversión y ternura que se le podían exigir? Con este encanto y gracia en la factura (que una vez más, quizás sean mínimos pero, desde luego, más que suficientes), ¿y qué si son 2500 episodios ''nuevos''? ¿O 30 películas más? ¿O si son en 2, 3 o 4D?
reporter
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