Resulta difícil digerir a Antricristo. Viniendo de un director como Trier, ese epílogo introductorio no debe llamar la atención, esa música que eriza el pelo ya no sorprende, uno se predispone a admirarla, sin más. No obstante, su argumento principal es tan simple como merecedor de tesis y más tesis. Se me hace complejo abarcar esta obra tan profundamente conceptual. Ojo espectador: hay que estar bien curtido a nivel enciclopédico para entender lo que se vé, para hilar fino entre tanto símbolo.

Como un duelo puede volverse un camino sin retorno, como el edén de pronto se vuelve infierno, bosque, bosque cerrado hacia toda redención, hacia toda salida. Como la enfermedad mental invade el cuerpo y la fauna singular del contexto participa activamente de ese proceso de curación que ya no es tal. Todo eso aglomera Anticristo y el espectador puede sentirse fascinado como también lejano a lo que el director pretende transmitir. No hay, ni por asomo, vestigios de Eros en el argumento, hasta el acto sexual se vuelve un rito meramente thanático, un espiral hacia el limbo. Un cuervo, una gacela que da a luz una cría muerta, un zorro que se auto devora y ya esta todo dicho....

Bajo un entorno distorsionado, la peli avanza lentamente hacia un final que dispara no una, por lo menos una media docena de interpretaciones posibles. Eso sí, con un defecto notorio: todas se prestan para redondear el mensaje final de la obra como así también ninguna de ellas cierra la trama de manera convincente.
Será que tanta teoría dando vueltas no llega a complementarse bien con unos pocos actos que pueblan el argumento.