Alison Brie ha tenido la... ¿pericia? Quizás la forma o manera de sentir las cosas para armonizarlas junto con el personaje que logró construir. La chica que amaba a los caballos es un unipersonal magníficamente llevado por su protagonista.

Si algo supo, hasta cierto punto, hacer el guión es llevarnos de la mano de ella. Sus extrañas manías, su vivir "freakie" parecen más propios de una identidad natural que de un complejo trabajo de interpretación por parte de la actriz. Existe cierto sentido común por parte de la dirección: él de saber alejar la historia de cualquier bizarreada thrilleresca. Baena evita por todos los medios hacer de la peli una tesis psiquiátrica con diagnóstico incluído. Esto es un mérito pocas veces logrado: que una persona tan particular se muestre tal y como es, ni más ni menos que un ser humano.

Hasta aquí, las rosas. Lamentablemente, no todo depende de Brie sino de como la...digamos, "naturaleza" oculta del guión va decantando la trama. Y de una vuelta de tuerca que se me antoja tan sorpresiva como innecesaria.
De conspiranoias vivimos todos, pero la mirada autocomplaciente de ese desenlace termina por delinear una peli que supo ser madura hasta que le explotó la puerilidad en plena cara.

Desenlace en spoilers.