Ligera, con problemas familiares y extraterrestres sueltos, con la milicia de por medio que, desde luego, opera como el malo de la película, y etc, y etc, y etc. Super 8 observa con nostalgia el viejo cine de ciencia ficción, inclusive, de los lejanos años 50. Pero no nos engañemos, está plagada de irregularidades, algunas de ellas de brocha gorda.

Hay una crítica, una de las primeras, que se encarga de desnudar las mil y una lagunas argumentales de esta obra, así que no iré por esos derroteros puesto que alguien lo hizo por mí y, sin lugar a dudas, mejor. Pero esa extraña tendencia a hacer de este bicho una reencarnación de ET, ese viejito extraterrestre con cara de bonachón, eso no lo entiendo: este alien despierta cualquier cosa menos ternura, aún poniéndonos de su lado está trazado con un perfil demasiado salvaje y peligroso como para despertar empatía.

Hay, lo reconozco, una vocación amateur a la hora de hacer esta peli. Una vocación de cinéfilo primerizo, tanto para bien como para mal, que millones invertidos mediante coloca su cámara y testimonia la maravilla del cine. El problema es que ésto es algo que se observa desde afuera, o bien es algo que se impregna en la visión de esa pandillita de chavales a la hora de transitar por este frondoso universo. Frondoso y cursilón, algunas escenas son realmente soporíferas desde su epidérmica perspectiva. Pese a las explosiones y al misterio bien sostenido en la primera hora, la cuestión no tarda en volverse agobiante, porque dicho misterio deriva en...sí, precisamente en las opciones más obvias.

La peli sólo podrá salvarse si la observamos desde la mirada de un niño. Si se nos despierta el adulto que toma distancia...está condenada de por vida.