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España España · barcelona
Voto de avanti:
8
Drama En una capilla medieval romana, una orquesta se prepara para ensayar. Los acompaña un equipo de Televisión. El director es un alemán que insulta a los músicos y los trata mal. Después de un descanso, éstos se rebelan contra él... (FILMAFFINITY)
12 de junio de 2020
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Prova d’orchestra (Ensayo de orquesta) es una película guionizada y dirigida de Federico Fellini en 1979, teniendo como coguionista a Brunello Rondi. La música de Nino Rota habitual en la filmografía felliniana y Giuseppe Rotunno en la fotografía completan junto al realizador un grupo creativo reincidente en el mágico mundo de uno de los hijos predilectos de Rímini, el gran Fellini.

El mundo interior de una orquesta en el que nos introduce con todo lujo de detalles el copista (Umberto Zuanelli) es un conglomerado de personalidades hechas y moldeadas en el tiempo con temperamentos tan diferentes como los instrumentos entre sí, igual que la ruidosa metáfora inicial con la que Fellini abre el metraje entre el caos sonoro y los títulos de crédito para dar paso a las declaraciones de amor incondicional sobre el poder de comunicación emocional que transmiten los diferentes sonidos instrumentales como la fuerza rítmica del percusionista (Pierluigi Calderoni), el poder afinador del oboísta (Andy Miller) o la delicada amalgama de sonidos de la arpista (Clara Colosimo).

La televión y el supuesto documental es la excusa para despertar rencores laborales, criticar actitudes y reivindicar derechos laborales ante las cámaras con la autoridad que les da la antigüedad en la orquesta y el consenso acordado para responder libremente a las preguntas del entrevistador (Fellini en la versión original (voz) y Manuel Triviño en el doblaje al castellano) que en ningún caso serán remunerados por la acción voluntaria después de no haberse acordado exigencia alguna tras las aclaraciones del sindicalista (Claudio Ciocca).

Fellini nos propone asistir a un ensayo de orquesta formado por maestros de las diferentes familias instrumentales cruzando intereses laborales, sociales, artísticos y personales elevados a las categorías de caracteres sabiamente retratados desde el mimetismo instrumental de sus componentes, en mitad de extraño ruidos foráneos de origen desconocido que no impiden a la pianista (Elizabeth Labi) mostrarse con su delicado ego, simpatía y aparente modestia ante las televisivas y breves melodías al vuelo.

Entre los expresivos primeros planos de rostros moldeados por la experiencia musical Fellini destaca el acentuado gesto de todos ellos entre los cuales engreídos, agobiados, disgustados, vanidosos, encorsetados, descuidados, maniáticos del orden, charlatanes, añorados o incurables sensibleros indisolublemente arraigados a sus destinos artísticos en un conglomerado de personalidades que a pesar de las diferencias de caracteres, cumplen en lo esencial con el hándicap de la supervisión del director (Balduin Baas) quien no se caracteriza precisamente por su tono dialogante con los profesionales de la orquesta entre los cuales el chelista (Ferdinando Villella), el primer violín (David Maunsell) o la flautista (Sibyl Mostert), en un final épico donde el tiempo avanza sin remisión para la orquesta y el edificio que la alberga.
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