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España España · barcelona
Voto de avanti:
7
Drama Sherman McCoy, un exitoso agente de bolsa de Wall Street, ve cómo su acomodada vida peligra cuando atropella a un hombre de raza negra y se da a la fuga en su coche de alta gama; a partir de ese momento tendrá que enfrentarse a los grandes centros de poder de la sociedad moderna de Nueva York. (FILMAFFINITY)
6 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The bonfire of the vanities (La hoguera de las vanidades, es una película dirigida por Brian De Palma en 1990. Guión de Michael Cristofer sobre la novela de Tom Wolfe. Música de Dave Grusin y fotografía de Vilmos Zsigmond. ’Vanitas vanitatum et omnia vanitas’ (Vanidad de vanidades y siempre vanidad). Sí, es una frase hecha que, desde el mismo día que vio la luz entre los llamados seres racionales, no ha dejado, ni por un solo segundo de retratar todo cuanto tiene que ver con los intereses humanos a lo largo de nuestras vidas en cualquiera de los campos que con verdadero desgarro filma De Palma en este estupendo metraje impregnado de un mimetismo interpretativo ambicioso que no respeta normas sociales, sino que las enmascara con sus propios intereses vengan de donde vengan.

Brian de Palma nos ofrece un abanico de personajes que en sus respectivos roles por defender lo indefendible, hacen lo impredecible a cualquier precio, efectivamente: la vanidad, el poder, la indolencia, la seducción como arma, la codicia, el arribismo, la bondadosa palabra, el castigo como meta, el abucheo, la falsedad sostenida, el interés público…y así, más, mucho más que todo lo anterior, nos ofrece The bonfire of the vanities por medio del periodista Peter Fallow (Bruce Willis) convertido en el egocéntrico narrador, creado por las masas y subido al pedestal de la fama debido a su relación con el caso Sherman.

El realizador enfrenta dos sociedades diametrales por medio de una circunstancia imprevista que sienta las bases para retratar las relaciones sociales y los juicios públicos donde, además de Sherman y Fallow, se nos presentan personajes envueltos en sus pretensiones, entre los cuales: la interesada amante Maria Ruskin (Melanie Griffith), la frágil engañada Judy McCoy (Kim Cattrall), el abogado cizañero Jez Cramer (Saul Rubinek), el visionario reverendo Bacon (John Hancock), la sufrida madre Annie Lamb (Mary Alice), el ambicioso político Abe Weiss (F. Murray Abraham), o el irreductible juez Leonard White (Morgan Freeman) entre un largo, larguísimo elenco de personajes que en conjunto vienen a resumir el interesante consejo que el señor McCoy (Donald Moffat) viene a dar a su afectado y asustadizo hijo Sherman McCoy frente a la jauría que le acecha.

Por más películas que pasen, por más reinterpretaciones cinematográficas, o por más mensajes subliminales o no, que el cine nos viene mostrando desde los principios de su invención, el género humano somos así (o lo aparenta), tal y como Tom Wolfe lo escribió en su día y como Brian De Palma lo filma, sin olvidarnos de quijotescos ilusos en cualquiera de sus versiones cinematográficas, realidades inalcanzables que se nos escapan como el vuelo de la paloma en Blade Runner, o como la ingenua y ambiciosa pandilla de Fernando Galindo (José Luis López Vázquez) en Atraco a las tres que Pedro Masó, Vicente Coello y Rafael J. Salvia reflejaron tan acertadamente en el guión. Así pues, La hoguera de las vanidades, nos habla de ‘la condición humana’, un tema más antiguo que el cine y tan arcaico como la humanidad.
avanti
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