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España España · Barcelona
Voto de polvidal:
5
Terror. Thriller. Drama Un psicólogo, que quiere ayudar a su mujer a superar la muerte de su hijo en un accidente, decide llevarla a una cabaña perdida en medio de un bosque, donde ella había pasado el último verano con el niño. Sin embargo, la terapia no funciona, y tanto ella como la naturaleza empiezan a comportarse de un modo extraño. (FILMAFFINITY)
21 de agosto de 2009
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
El viernes en el que se estrena Anticristo en nuestro país, amanecen los diarios con los siguientes titulares: ‘Anticristo, la película más polémica del 2009’, ‘Lars von Trier desembarca en los cines con su polémico Anticristo’, ‘Lars von Trier muestra su cara más excesiva’. Más allá de la evidente falta de originalidad de los medios a la hora de titular, mal vamos cuando la polémica es lo único destacable de una película. Peor todavía es que las famosas imágenes de sexo explícito y las sangrientas escenas al más puro estilo gore que nos avanzan todos los comentarios periodísticos parezcan ideadas con el único propósito de provocar, desvinculándose por completo de la interesante propuesta con la que arranca el filme.

Si entendemos el arte como una forma de expresión capaz de provocar reacciones, para algunos nos encontraremos sin duda ante una obra maestra. Arte basado en el escándalo que hace las delicias de un reducido pero altamente contaminante sector de público. Sesudos eruditos de toda condición incapaces de reconocer, ni por su vida, que tras la supuesta creatividad lo único que se esconde es puro efectismo. Si además aparece el nombre de Lars von Trier tras la propuesta, casi podemos dar por imposible una cura de humildad. Al cine de autor ni tocarlo.

Anticristo arranca prometedora. La depresión parece el eje central de una película que intenta reflexionar sobre los miedos individuales. Dividida en cuatro capítulos, un prólogo y un epílogo, es precisamente su comienzo el pasaje más impecable de todo el filme. Blanco y negro ralentizado, planos de una belleza incuestionable y un montaje cuidado al mínimo detalle se funden con la aria de Handel ‘Lascia ch’io pianga’. Resulta un poco macabro reconocerlo, por la dureza del acontecimiento que nos narran las imágenes, pero el arranque es toda una hermosura cinematográfica.

Tras el prólogo, la cinta nos adentra en la depresión de una madre tras la pérdida de su hijo y los esfuerzos de su marido, psicólogo de profesión, por sacarla del pozo. Según la tesis de la película, el desconsuelo conduce al dolor y este, a su vez, desemboca en la más absoluta desesperación. El mensaje del filme, por tanto, no es indescifrable. El problema viene cuando se recurre a la mutilación de un clítoris, mediante primerísimo primer plano, para expresar la locura. Este y otros recursos no se diferencian mucho de los criticados efectos especiales, cuyo objetivo es sorprender o escandalizar.

Pero no siempre se consigue. Al espectador, bastante curado de espanto, es probable que le genere una respuesta más satisfactoria la mencionada introducción de la cinta o el excelente trabajo de Charlotte Gainsbourg y Willem Dafoe. Impactos mucho más gratificantes que las imágenes de la polémica. Con el permiso de sus seguidores, entre los cuáles me encuentro, conviene recomendar al padre del dogma que retome su camino y que recomponga ese enorme caos hacia el que ha conducido su filmografía.
polvidal
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