Los diálogos de esta película son como una partida de ping-pong a base de frases cortas que más que decirse, se lanzan unos a otros, y si tienen como un trasfondo de trascendencia y provocación y modernidad, pues siempre habrá progretas que les parecerá bien. Si veis el arranque de la película y os parece horrible, mejor no sigáis por que todo lo que continua es del mismo tenor, ni surrealista, ni absurdo, sino una desfachatez de ineptitud al grado máximo. Es el momento de decir que me gusta el cine experimental y rodado con plena libertad, pero con algún sentido artístico, con algo que haga de lo que veo una obra del llamado séptimo arte. Bueno, también es verdad que en cualquier arte las experiencias son un riesgo y el resultado puede ser una nulidad, pero delante de un cuadro o de una escultura que no me gusta puedo estar un par de minutos y ya está, pero aquí son casi dos horas que tengo que aguantar par poder opinar con conocimiento de causa. El cine, para mi, no son un montón de ideas que se resuelven en un montón de escenas que después monto una tras otra y de ahí a la pantalla. Para mi es fundamental que haya una unidad y una continuidad en la historia que me están contando y aquí todo esto brilla por su ausencia; miento, aquí hay unos carteles que continuamente van contando los besos que aparecen en la película. Bueno, es una buena idea para tener entretenido al espectador.