Hasta la primera mitad de la película estuve pensando que era una forma original de tratar el tema del descubrimiento de la homosexualidad por parte de los muy jóvenes, ya que la historia se incluye en las típicas historias de los campus estudiantiles, y de una manera muy apropiada, sin vulgaridades. Cuando se alcanza el climax del drama ya no me pareció tan bien, pues estaba viendo una vez más la concesión de voluntades a los partidarios de la homofobia o al los partidarios de la defensa gay a ultranza, sin términos medios. Pero llega el final y de repente me encuentro que el director ha sabido jugar conmigo, que pienso que me las se todas, y de una forma muy natural me dice que las hadas no existen y que deje de creer en los cuentos sobre las mismas. Realmente está bien planteado el juego con el espectador, por la elección de los actores, la música, la fotografía sin grandes alardes de lo artístico, más bien la normalidad, y un ritmo, siempre en línea recta, que es de agradecer cuando no es necesaria la complicación con el tiempo anterior, el posterior, o el de ensoñación, a los que tan aficionados son los directores de las películas de temática homosexual. He pasado un rato muy agradable, me he planteado mis reflexiones sobre la homosexualidad después de ver la película, y me considero bien considerado como espectador por parte de este director del que me gustaría ver otras películas en las que como director pueda entrar con más profundidad en cualquier tema, pero sin perder la frescura que he visto en esta.