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Voto de nanci_nanci:
7
7,2
37.925
Drama. Intriga
En 1913, en vísperas de la Gran Guerra (1914-1918), extraños acontecimientos, que poco a poco toman carácter de castigo ritual, se dan cita en un pequeño pueblo protestante del norte de Alemania. Los niños y adolescentes del coro del colegio y de la iglesia dirigido por el maestro, sus familias, el barón, el encargado, el médico, la comadrona, y los granjeros conforman una historia que reflexiona sobre los orígenes del nazismo en ... [+]
27 de enero de 2010
19 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando algo está sucio o guarrindongo se dice que tiene tanta mierda que si lo pones de pie, podría salir andando. Pues bien, haciendo un símil facilito podríamos decir que la cinta blanca podría participar en la San Silvestre. Toda una capa de disciplina y control extremo cubre la vida de estos "simpáticos" aldeanos y esa capa, es blanca. Y esa blancura es como de nieve pisada y removida por zapato guarro, como de leche cortada (ey, Servadac, eso va por ti, porque es tuyo y porque tú lo vales).
La primera impresión que tuve fue la de ponerle un seis. Un seis en la escala a la que pertenece (que si premios, que si entrevistas al director, que si quesilete...) significa que no está mal pero que tampoco está requetebien. Es un pichí pichá que se debate en salir a flote pero porque flota de por sí, no porque se haya preocupado de ponerse unos manguitos para sobresalir. Le pese a quien le pese, salimos del cine todos igual, lo que pasa es que faltaba el elemento estrella: el rumiar (Servadac, esto también es tuyo, hay que ver, hoy estás que te sales). Y así, conozco de tres que se pusieron a regurgitar lo rumiado en un bar raro, donde la puerta no cerraba bien, donde ir al baño daba yuyu y donde un señor mayor nos enseñó el dedo corazón, no creo que por cariño.
Curiosa que es la vida... Al igual que la sociedad "escondida" que presenta Haneke, nosotros teníamos ciertas impresiones algo más ricas ocultas en nosotros mismos. Salimos del cine como la comunidad del lazo blanco, con eduación (¿¿??) y compostura, guardando las ideas y explayando la formalidad propia del acto. Como en esa vida, nuestra primera frase iba a ser castigada empezando por un GVD no muy convencido pero largando a los cuatro vientos que era de nota siete. Servadac, vete a saber por qué causa o motivo corroboró (y no precisamente con aspavientos grandilocuentes exclamando: ¡¡Claro, claro, es un siete!!) la nota. Yo seguía pensando en porqué la mujer que había sentada a mi lado no había dejado de frotar el abrigo con el dedo produciendo un sonido parecido al de los cartones del "Rasca y gana". Un siete, sí, es un siete. Se iban animando los colegas. "¿Pero no lo oíais?" seguía yo en mis trece y es que creo que en el fondo intentaba evitar preguntar: ¿Por qué un siete?
Pero ains ains tuvo que llegar el momento de desprendernos de los lazos blancos que nos ataban para empezar a desentrañarla y poco a poco te dabas cuenta de que la obra, además de estar muy bien narrada y de ser un ejercicio de bla bla bla bien logrado y conseguido bla bla bla, nos había dejado huella, y eso es lo que nos interesa. De ahí que le pusiera el siete. Lo que no esperaba es que el pequeño bribón GVD tuviera el tupé de subirle al ocho tan pronto. Pero ¿qué se puede reprochar si según la vas desgranando te va afianzando tu buena opinión? Diez minutos más y yo misma me creo que es mejor que la de Bienvenidos a Zombieland.
Dirán que los finales del Haneke son abiertos...
La primera impresión que tuve fue la de ponerle un seis. Un seis en la escala a la que pertenece (que si premios, que si entrevistas al director, que si quesilete...) significa que no está mal pero que tampoco está requetebien. Es un pichí pichá que se debate en salir a flote pero porque flota de por sí, no porque se haya preocupado de ponerse unos manguitos para sobresalir. Le pese a quien le pese, salimos del cine todos igual, lo que pasa es que faltaba el elemento estrella: el rumiar (Servadac, esto también es tuyo, hay que ver, hoy estás que te sales). Y así, conozco de tres que se pusieron a regurgitar lo rumiado en un bar raro, donde la puerta no cerraba bien, donde ir al baño daba yuyu y donde un señor mayor nos enseñó el dedo corazón, no creo que por cariño.
Curiosa que es la vida... Al igual que la sociedad "escondida" que presenta Haneke, nosotros teníamos ciertas impresiones algo más ricas ocultas en nosotros mismos. Salimos del cine como la comunidad del lazo blanco, con eduación (¿¿??) y compostura, guardando las ideas y explayando la formalidad propia del acto. Como en esa vida, nuestra primera frase iba a ser castigada empezando por un GVD no muy convencido pero largando a los cuatro vientos que era de nota siete. Servadac, vete a saber por qué causa o motivo corroboró (y no precisamente con aspavientos grandilocuentes exclamando: ¡¡Claro, claro, es un siete!!) la nota. Yo seguía pensando en porqué la mujer que había sentada a mi lado no había dejado de frotar el abrigo con el dedo produciendo un sonido parecido al de los cartones del "Rasca y gana". Un siete, sí, es un siete. Se iban animando los colegas. "¿Pero no lo oíais?" seguía yo en mis trece y es que creo que en el fondo intentaba evitar preguntar: ¿Por qué un siete?
Pero ains ains tuvo que llegar el momento de desprendernos de los lazos blancos que nos ataban para empezar a desentrañarla y poco a poco te dabas cuenta de que la obra, además de estar muy bien narrada y de ser un ejercicio de bla bla bla bien logrado y conseguido bla bla bla, nos había dejado huella, y eso es lo que nos interesa. De ahí que le pusiera el siete. Lo que no esperaba es que el pequeño bribón GVD tuviera el tupé de subirle al ocho tan pronto. Pero ¿qué se puede reprochar si según la vas desgranando te va afianzando tu buena opinión? Diez minutos más y yo misma me creo que es mejor que la de Bienvenidos a Zombieland.
Dirán que los finales del Haneke son abiertos...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
y que no es realmente lo más interesante, pero ojo lo que pica el ir desentrañándolo. El ser humano es como el pajarito que cuidaba el niño tierno del pastor: que quiere volar. Pues nosotros, pajaritos heridos inténtabamos volar curiosos. La curiosidad mató al gato pero como somos pájaros, eso que nos ahorramos.
Nota mental: esperemos no ser el periquillo doméstico del cura... :S
Lo mejor: la conversación del doctor con la comadrona cuando la manda a la "mer". Más aprovechable si te imaginas el acento de José Mota según habla the doctor.
Lo gracioso: según empezaron los créditos: negro con letras caladas en blanco sin ninguna notita musical, mirando fijamente la pantalla con rostro serio e intelectual, escuchando de fondo toses serias típicas de cines Verdi y chistidos pidiendo silencio absoluto (que ya lo había, incluso diría que era sepulcral), no pude evitar sentirme mongola y recordar un chiste/viñeta que había colgado psychomaster en el foro "cine para empalmaos versus cine para gafapastas".
Lo curioso: los únicos habitantes que se salvan de la quema de brujas, son aquellos cuyo pueblo natal no es ese y los pequeños redentores.
Lo impactante: ese final donde el espectador queda convertido en el Pastor de ceremonia, ya que todo el auditorio de la iglesia mira hacia las butacas esperando la resolución.
Nota mental: esperemos no ser el periquillo doméstico del cura... :S
Lo mejor: la conversación del doctor con la comadrona cuando la manda a la "mer". Más aprovechable si te imaginas el acento de José Mota según habla the doctor.
Lo gracioso: según empezaron los créditos: negro con letras caladas en blanco sin ninguna notita musical, mirando fijamente la pantalla con rostro serio e intelectual, escuchando de fondo toses serias típicas de cines Verdi y chistidos pidiendo silencio absoluto (que ya lo había, incluso diría que era sepulcral), no pude evitar sentirme mongola y recordar un chiste/viñeta que había colgado psychomaster en el foro "cine para empalmaos versus cine para gafapastas".
Lo curioso: los únicos habitantes que se salvan de la quema de brujas, son aquellos cuyo pueblo natal no es ese y los pequeños redentores.
Lo impactante: ese final donde el espectador queda convertido en el Pastor de ceremonia, ya que todo el auditorio de la iglesia mira hacia las butacas esperando la resolución.