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España España · Cádiz
Voto de Marla:
7
Intriga. Drama En 1947, Holmes vive retirado en una remota granja de Sussex con un ama de llaves y el hijo de ésta. Cumplidos los 93 años, su memoria y su capacidad intelectual empiezan a deteriorarse. Su rutinaria vida se limita al cuidado de su colmena, a la escritura de su diario y a la lucha contra su pérdida de facultades. De repente, se le presenta un caso desconocido hasta el momento. (FILMAFFINITY)
12 de junio de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, más allá del sentimentalismo y del drama ¿excesivo? de la película, dejémonos de remilgos y de pedantería. La has visto, te ha gustado moderadamente y hasta has soltado una lagrimilla. Mr Mckellen, que ya poco importa que interprete a Holmes o a Paco Alba cuando se hace una señora interpretación como la que hace él, consigue acercarte a la realidad que intenta contarte. En este caso, el inexorable fin de una vida que, incluso habiendo tenido momentos brillantes y de lucidez extrema, pierde toda su esencia al llegar a la senilidad.

¿Y no es acaso eso lo que nos espera? Sinceramente, soy una de esas personitas obsesionadas con la muerte y con qué hay o no hay después de ella. Tantos años de preocupaciones y negrura existencial, dilucidando si al morir nos convertimos en gatetes y volamos por el multiverso o si nos reencarnamos, quizás en árboles; si, existiendo de manera coetánea más de un universo, al morir pasamos de uno a otro como quien pasa de nivel en un videojuego. O finalmente, mi más temido y recurrente miedo/respuesta: cuando morimos no hay nada, y simplemente dejamos de existir. Creo que más o menos me explico. Mi neurosis siempre había ido en esa dirección y nunca había entendido a quien se ocupa en darle vueltas a cómo o cuándo va a morir, ni en qué condiciones. Hasta que Mr Mckellen me ha hecho empatizar esta tarde (maldito él).

Mr Holmes juega con la idea de que, llegados a cierto punto, y a cierta edad o estado de deterioro físico y sobre todo mental, podemos incluso desear que nuestra vida llegue a su fin antes que presenciar la pérdida progresiva de nuestras facultades, de nuestros recuerdos y de nuestra propia consciencia, antes de perdernos a nosotros mismos en una vida que ni siquiera merezca ese nombre. Y, a la vez, de que incluso dentro de esa desalentadora situación, que desgraciadamente se ha vuelto cada vez más cotidiana, existen pequeñas victorias o triunfos donde uno se encuentra o se enfrenta a sí mismo con lo que es, y con lo que ha sido. Donde uno puede no solo recordar y autoconservarse al menos un poco más sino crear nuevos recuerdos y volver a inventarse, como vemos en la película.

Por supuesto, la historia acaba como tenía que hacerlo. El viejito halla el modo de encontrarse, modifica sus errores/ su conducta y no muere solo. Es lo que los espectadores necesitamos ver, lo que te deja con un buen sabor de boca, aunque sepamos que pocas historias reales acaban del mismo modo y que, incluso las que lo hacen, las que consiguen tener un final digno o satisfactorio a las preguntas que se han planteado durante su vida, a los errores o los arrepentimientos, a los problemas que supone la senilidad o al menos a parte de ellos, aún esas no suponen más que una victoria menor ante el fin de nuestra existencia. Solo nos queda esperar que, al igual que para Mr Holmes, esa ventaja nos sepa a respiro momentáneo ante la muerte y ante la naturaleza humana.
Marla
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