Después de una fresca y genial primera temporada y una segunda bastante excesiva (en el mal sentido) argumentalmente hablando, la tercera temporada coge todos los grandes pedazos de las anteriores, los ordena, les da sentido y acaba convirtiendo a una serie que normalmente no pasaría del notable bajo en una magnífica obra que te apuñala directamente en el corazón y no te suelta en ninguno de sus últimos 10 capítulos.

La química entre las dos protagonistas, Christina Applegate (Jen) y Linda Cardellini (Judy) es de lo mejor que he visto en series o películas, ya desde el principio se nota; no se si son amigas en la realidad o qué pero desde luego que lo parecen, hacen un trabajo digno de Oscar. No todos los personajes que salen en la serie funcionan igual de bien, como los hijos de Jen o Michelle, a la que da la impresión de que querían sacarle una mejor trama pero no funcionó.
Los personajes de Steve (James Marsden), Ben y Lorna también están muy bien conseguidos y hay más co-protagonistas que funcionan muy bien.

El final es perfecto, me alegro de que la serie quede así cerrada, no cambiaría ni una coma. Y es de agradecer que no vayan a estirar la trama de forma artificial, aunque no se puede explicar el por qué sin hacer spoilers importantes.

Desde Bojack Horseman, ninguna serie conseguía atacar de esta forma a mis sentimientos. Puede que me haya cogido en una época algo sensible pero aún así tiene mérito que una serie que tampoco pretende ser recordada entre las grandes consiga dejarte tan marcado, en gran parte gracias al personaje de Judy, que traspasa la pantalla.

Y para rematar, la serie tiene una fotografía muy bonita y solo por eso ya me ha gustado.

Me ha alegrado el día esta serie. Una mezcla estupenda de drama y comedia negra con dos actrices que lo dan todo