Debe ser muy difícil ser un buen guionista, al menos a juzgar por la imagen que el propio cine ofrece habitualmente de la profesión.
Por lo general se trata de hombres solitarios perseguidos por representantes pelmas que pretenden sacar oro, epopeyas, de malas novelas, "Una epopeya es una película larga en la que suceden muchas cosas".
Es el caso de Dixon Steele (Bogart). Un hombre solitario, violento, fumador y autor de frases rotundas. Pero ahí está Laurel Gray (Grahame) para amansarlo, para limar asperezas, para hacerlo trabajar, para enamorarlo.
A estos dos personajes, a su relación, se reduce prácticamente la trama. Dos personalidades poderosas que en el corto espacio que dura la película experimentan cambios notables en su comportamiento. Los demás prácticamente sobran.
Lo de menos es un crimen que se produce sobre la marcha y del que prácticamente se desentiende la trama. El asunto, la cuestión, está en la relación entre Dixon y Laurel, la confianza-desconfianza que se genera entre ellos.
Hay también crítica hacia una sociedad que busca el liderazgo a costa de lo que sea, "No hay sacrificio demasiado grande para alcanzar la inmortalidad". Aunque luego la notoriedad tenga sus aspectos negativos, "Es más fácil que aparezca tu nombre en el periódico que evitar que salga en él".
La trama es muy difusa y poco creíble, pero el espectador la sigue con atención.
Una buena película, simplemente. Pero recomendable.