Así, así de tópica se muestra esta película de acción, puñetazos, tiros, venganzas y yo-soy-la-justicia del bueno de Washington. No podría ser menos, aquí vuelve a encarnar al "héroe por accidente" que resulta tiene más recursos que todos los cuerpos de seguridad del estado americano (y ruso); ese tipo de persona buena, centrada, diplomática, ejemplar, honrada... pero que como seas malo te taladrará el cogote. Así es Denzel.
En fin, una peli moderadamente aburrida y predecible, donde todo comienza a decaer a partir de la visita de nuestro prota a los malos de turno (en este caso, toca la mafia rusa). Y partir de ahí, todo lo bueno y diferente que parecía plantear la película con la relación del héroe con una chica perdida en busca de su sitio, lo mandamos al garete (literalmente, la chica no vuelva a aparecer hasta sólo el final) y pasamos a lo que interesa: chulería con buenos modales, lucha cuerpo a cuerpo, juego del gato y el ratón estilo "yo soy más listo que tú, so panoli", y la consabida moralina de Charles Bronson, Chuck Norris y Liam Neeson: "aquí se hace justicia porque me sale a mí de los malandrines". Y él solito, sí, él solito (bueno, un gordito le ayuda encendiendo unas luces) se encarga de todo, y de paso echa oposiciones para salir en la próxima reunión testosterónica de los Mercenarios de Stallone.
¿Que por qué no le bajo más la puntuación? Porque las escenas del comedor me gustan, porque Denzel es un buen actor a pesar de estos productos donde se embarca, y porque, al menos esta vez, el bueno no dice una frase ocurrente antes de dar el golpe final al malo.