Magnífico exponente de género y clásico de culto para la amplia legión de fans del cine de ciencia-ficción, especialmente de la serie B sesentera.
Una película-entretenimiento donde no hay cabida para detenerse a explicar cosas científicas en profundidad. ¿Cómo demonios ha construido ese señor una máquina del tiempo? ¿Qué materiales, qué principios quánticos, qué consideraciones físicas...? No, señores, no se hagan preguntas. Dejen que Rod Taylor se suba a la máquina de una vez y viajemos en el tiempo con él.
En este caso el viaje es siempre hacia adelante, desde 1900, deteníendose brevemente en las dos grandes guerras del siglo y en una hipotética tercera confrontación, esta vez nuclear. ¿Por qué cuando cae la bomba atómica provoca que un volcán cerca de Londres (!!!) haga erupción? De nuevo, no se hagan muchas preguntas por eso y esperen a que Rod Taylor se vuelva montar en su máquina, uno de los atrezzos más kitsch que se recuerdan (y que conste que yo quiero una, como los de THE BING BANG THEORY), y viajen con él hasta el año... ¡804.000! Aquí la película se detiene y desarrolla el grueso de su trama y contenido social y moral, con esos Eloi acarajotados sirviendo de ganado cual cerdos extremeños mientras pasan el día como "ninis", y los malvados Morlocks que viven en el subsuelo y son más feos que Picio, a pesar de que se nota que la pintura azul se les corre cuando se les toca mucho y que con esas bombillas en los ojos no pueden luchar bien en el cuerpo a cuerpo.
En resumen, cierto es que la película a veces resulta entrañablemente cutre, y que no aguanta comparación alguna con la evolución actual de los efectos especiales, pero yo la considero un clásico redondo de la ciencia-ficción. De hecho, recientemente se perpetró un remake del que lo único salvable es la banda sonora. Será por algo.