Amo "Jumanji". Es una de esas cintas con las que me crié. Pudiéndose decir casi que fue mi segunda madre. Así que como comprenderán, soy absolutamente imparcial a la hora de hablar sobre el film de Joe Johnston. Si esto fuese una serie, podría decirse que todo lo que viene a continuación es puro y duro fanservice. Al que no le guste, que cambie de streaming.
"Jumanji" me fascina y apasiona de cabo a rabo. Y creo no ser el único aquejado por ese virus cuyos primeros síntomas son un persistente sonido de tambores. He podido comprobar con el paso del tiempo que "Jumanji" merece el calificativo de cinta generacional.
Muchas cosas destacaría de la película. Infinitas cosas destacaría de la película, mejor dicho. Pero para no prolongar este fanservice más allá de lo estrictamente necesario, resaltaré una al alcance de muy pocas obras. Su capacidad para producir tristeza y alegría en el espectador al mismo tiempo.
El Alan Parrish de Robin Williams genera esa mezcla de sentimientos, lo mismo te descacharras con él que te apenas por esa melancolía apegada al personaje fruto de sus conflictos internos. Y lo mismo sucede con todos y cada uno de los personajes de la historia; y eso a pesar de que, en apariencia, parecen más desarrolladas las situaciones inverosímiles que los caracteres que las protagonizan. Lo del pobre Carl Bentley y su recién estrenado coche de policía es ya para morirse. El segundo personajes que mejor aúna esa mezcolanza de sentimientos.
De pequeño, cuanto más veía "Jumanji", más me gustaba. Sensación que para nada se ha difuminado al pasar a adulto.
En fin, paro ya que al final veo que, como me ponga, estamos aquí hasta el siglo que viene.