No siendo yo un ferviente admirador de la saga "Los juegos del hambre" he de admitir que, al lado de "Divergente", la primera parece una obra maestra del cine. De un tiempo a esta parte, Hollywood anda a la caza de la saga que suceda en el trono a la de Jennifer Lawrence, y honestamente creo que "Divergente" más que ser su sucesora podría ser su bufón.
"Divergente" es como coger cualquier entrega de la saga "Harry Potter" y, de un plumazo, quitarle la fantasía. Eso es la película de Neil Burger, el tedioso curso escolar del tipico empollón de la clase. El film es horriblemente lento durante los primeros noventa minutos de metraje, tiempo en el que no sucede absolutamente nada. Todo lo contrario que en la restante media hora final, en la que se sucede la acción a ritmo tan vertiginoso como absurdo, sin ningún tipo de explicación aparente. La bomba explota sin que el espectador sepa muy bien en que momento alguien prendió la mecha. En definitiva, es obvio que a la película le ha faltado alguien con dos dedos de frente que supiera repartir mejor los tiempos de su historia.
Y, hablando de historia, "Divergente" posee una que no tiene nada original que ofrecer al espectador en general, y menos todavía al adolescente en particular, que es a quien, en teoría, va destinada. Su modus operandi es el mismo de siempre en este tipo de films: esa muchacha que choca de bruces con una sociedad que no la comprende y que se erige como inesperada salvadora de la misma, con su facilona historia de amor de por medio. Creo que lo más importante en esta vida es saber cuando parar, y tengo la sensación de que en Hollywood hay alguien que no ha sabido pisar el freno a tiempo. ¿Acabara estrellándose?...
En definitiva, "Divergente" es un producto insulso que, como mucho, contentara (¿?) a las lectoras del libro en que se basa. Nos espera una larga saga por delante, y teniendo en cuenta la calidad de esta primera entrega, les recomiendo que se abrochén el cinturón. ¡Que Dios nos pille confesados!