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Voto de AlvaroFaure:
8
5,7
10.507
Terror
Después de estar recluido durante 17 años en una institución mental y tratado por el Dr. Samuel Loomis (Malcolm McDowell), el perturbado Michael Myers (Tyler Mane), convertido ya en un hombre adulto y muy peligroso, logra escaparse el día de Halloween y decide regresar a la ciudad de Haddonfield. Todo aquel que se cruce en su camino corre un peligro mortal. (FILMAFFINITY)
1 de noviembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
He teorizado mucho sobre cómo hacer una continuación adecuada de la Halloween de Carpenter, una película tan sencilla y mínima que casi carece de sentido continuar, un ejercicio de forma imposible de imitar con un personaje tan esquivo, vacío y falto de personalidad que en los créditos solo aparecía referido como The Shape y cuya única función dentro de la obra era la de surgir casi espontáneamente como una mera encarnación del mal.
Ante el difícil papel de no solo tener que continuar el malogrado legado de la franquicia sino ni más ni menos que verse obligado a rehacer la irrepetible e inimitable obra original, Zombie elige reimaginar la película de Carpenter dinamitando por completo su mitología para reconstruirla contextualizando su origen, dando vida a una obra única y nunca innecesaria, en la que incluso todo lo que es copiado casi de manera literal brilla con la luz diferente que le otorga el nuevo enfoque sobre el que se asienta todo. Asimila perfectamente así la obra de Carpenter y recupera su historia para desviarse por completo de él aplicando parte de su talento para tomar las decisiones adecuadas en los aspectos esenciales bajo su propia manera de hacer cine (es, sin duda, Halloween de Rob Zombie).
El resultado es una obra brutal, cruda y perturbadora, pero en la que la violencia fría y despiadada –aplicada no siempre con total rigor como en alguna escena molesta pero sí con absoluto fundamento en todas las ocasiones– juega un papel tan impactante como sensible y conmovedor. Lejos del tipo de slasher en el que se celebra la sangre, la matanza y la violencia y abandonando cualquier posible lugar común de estas obras, en la Halloween de Zombie hay un respeto y una empatía inéditas por cada sangriento asesinato que pese a que involucran a unos personajes por los que no existe ni el más mínimo interés casi siempre se sienten como una tragedia, algo increíblemente duro, dramático y desolador.
Una de las más brillantes y arriesgadas ideas de Zombie es precisamente localizar el contexto, el origen del mal, no en un punto abstracto, indefinido o esotérico sino en el ámbito social. Mientras que Carpenter parte de la idea de que el mal, sin más, existe, y elabora un brillante ejercicio formal en torno a ello, Zombie está interesado en por qué existe, en cuál es la sucesión de elementos que fallan para que esto, que sucede más a menudo de lo que uno quiere creer, llegue a suceder, y elabora una obra que reflexiona sobre el origen de este mal (el aspecto psicológico, el ambiente familiar, el entorno social) y el abominable terror de sus consecuencias. (En la película de Carpenter, Myers es nadie y cualquiera, en la de Zombie este cualquiera cobra un cariz distinto).
Es cierto que parte de esta representación inicial se puede acusar de ser algo obvia, forzada y simplista (es fácil construir un entorno absolutamente pesadillesco combinando todos los elementos horribles que uno pueda imaginar para un niño, aunque esto no quiere decir que una situación así no pueda darse, ya que de hecho es bastante probable que casos así existan), pero Zombie es evidente que no está interesado en un enfoque realista de este origen sino en apuntar a ese aspecto, en reimaginar Halloween desde la perspectiva de Myers siendo un fallo de la sociedad, un fracaso de las instituciones y de la salud mental, un producto defectuoso del sistema, y explorar de qué manera trabaja este nuevo personaje y de qué forma afectan las consecuencias de sus crímenes en la obra y en el espectador.
Otro punto muy interesante con respecto al resto de la saga es cómo Zombie suspende aquí nuestra empatía impidiéndonos conectar totalmente con ningún personaje (todo el mundo aquí es más o menos molesto en algún sentido, incluso el apasionado psiquiatra que se lucra vendiendo libros). Seguimos a Myers desde el principio, pero aunque se nos sugiere que estamos intentando comprender y sentir algo por esta persona, la brutalidad de sus acciones cuando su carácter criminal toma protagonismo nos desvinculan sabiamente de él, y Zombie refuerza magistralmente esto cuando para eliminar todo posible rastro de empatía por el pobre niño convertido en monstruo nos muestra cómo asesina brutalmente a la única persona que, como le repite numerosas veces, le había tratado bien durante ese tiempo (una cosa que justamente no sucede en la Joker de Todd Phillips, ahora que lo pienso), demostrando al espectador que Myers no es ningún antihéroe, y aunque se trate de un fracaso del sistema, no queda en él prácticamente ni un resquicio de humanidad por el que debamos sentir pena o lástima.
De hecho, toda la humanidad que se muestra aun latente en la también magnífica escena en la que perdona la vida a su hermana pequeña o cada vez más tenuemente en las charlas con el psicólogo y los encuentros con su madre, termina por desaparecer definitivamente en la escena más terrible y desoladora de la película, en la que le enseña la foto a Laurie, su única salvación, el único vínculo que aún guarda con ese niño que quiso dejar únicamente en su vida a quienes le hacían bien solo para ver cómo las consecuencias de sus actos le separaban de esas personas para siempre. Cuando Laurie lo apuñala y le da la espalda, la minúscula parte de humanidad que aún quedaba en el monstruo desaparece para siempre y culmina así el arco que, al igual que las precuelas de George Lucas, existe no para contar el origen de la persona sino para relatar su completa destrucción.
(Continúo en el spoiler)
Ante el difícil papel de no solo tener que continuar el malogrado legado de la franquicia sino ni más ni menos que verse obligado a rehacer la irrepetible e inimitable obra original, Zombie elige reimaginar la película de Carpenter dinamitando por completo su mitología para reconstruirla contextualizando su origen, dando vida a una obra única y nunca innecesaria, en la que incluso todo lo que es copiado casi de manera literal brilla con la luz diferente que le otorga el nuevo enfoque sobre el que se asienta todo. Asimila perfectamente así la obra de Carpenter y recupera su historia para desviarse por completo de él aplicando parte de su talento para tomar las decisiones adecuadas en los aspectos esenciales bajo su propia manera de hacer cine (es, sin duda, Halloween de Rob Zombie).
El resultado es una obra brutal, cruda y perturbadora, pero en la que la violencia fría y despiadada –aplicada no siempre con total rigor como en alguna escena molesta pero sí con absoluto fundamento en todas las ocasiones– juega un papel tan impactante como sensible y conmovedor. Lejos del tipo de slasher en el que se celebra la sangre, la matanza y la violencia y abandonando cualquier posible lugar común de estas obras, en la Halloween de Zombie hay un respeto y una empatía inéditas por cada sangriento asesinato que pese a que involucran a unos personajes por los que no existe ni el más mínimo interés casi siempre se sienten como una tragedia, algo increíblemente duro, dramático y desolador.
Una de las más brillantes y arriesgadas ideas de Zombie es precisamente localizar el contexto, el origen del mal, no en un punto abstracto, indefinido o esotérico sino en el ámbito social. Mientras que Carpenter parte de la idea de que el mal, sin más, existe, y elabora un brillante ejercicio formal en torno a ello, Zombie está interesado en por qué existe, en cuál es la sucesión de elementos que fallan para que esto, que sucede más a menudo de lo que uno quiere creer, llegue a suceder, y elabora una obra que reflexiona sobre el origen de este mal (el aspecto psicológico, el ambiente familiar, el entorno social) y el abominable terror de sus consecuencias. (En la película de Carpenter, Myers es nadie y cualquiera, en la de Zombie este cualquiera cobra un cariz distinto).
Es cierto que parte de esta representación inicial se puede acusar de ser algo obvia, forzada y simplista (es fácil construir un entorno absolutamente pesadillesco combinando todos los elementos horribles que uno pueda imaginar para un niño, aunque esto no quiere decir que una situación así no pueda darse, ya que de hecho es bastante probable que casos así existan), pero Zombie es evidente que no está interesado en un enfoque realista de este origen sino en apuntar a ese aspecto, en reimaginar Halloween desde la perspectiva de Myers siendo un fallo de la sociedad, un fracaso de las instituciones y de la salud mental, un producto defectuoso del sistema, y explorar de qué manera trabaja este nuevo personaje y de qué forma afectan las consecuencias de sus crímenes en la obra y en el espectador.
Otro punto muy interesante con respecto al resto de la saga es cómo Zombie suspende aquí nuestra empatía impidiéndonos conectar totalmente con ningún personaje (todo el mundo aquí es más o menos molesto en algún sentido, incluso el apasionado psiquiatra que se lucra vendiendo libros). Seguimos a Myers desde el principio, pero aunque se nos sugiere que estamos intentando comprender y sentir algo por esta persona, la brutalidad de sus acciones cuando su carácter criminal toma protagonismo nos desvinculan sabiamente de él, y Zombie refuerza magistralmente esto cuando para eliminar todo posible rastro de empatía por el pobre niño convertido en monstruo nos muestra cómo asesina brutalmente a la única persona que, como le repite numerosas veces, le había tratado bien durante ese tiempo (una cosa que justamente no sucede en la Joker de Todd Phillips, ahora que lo pienso), demostrando al espectador que Myers no es ningún antihéroe, y aunque se trate de un fracaso del sistema, no queda en él prácticamente ni un resquicio de humanidad por el que debamos sentir pena o lástima.
De hecho, toda la humanidad que se muestra aun latente en la también magnífica escena en la que perdona la vida a su hermana pequeña o cada vez más tenuemente en las charlas con el psicólogo y los encuentros con su madre, termina por desaparecer definitivamente en la escena más terrible y desoladora de la película, en la que le enseña la foto a Laurie, su única salvación, el único vínculo que aún guarda con ese niño que quiso dejar únicamente en su vida a quienes le hacían bien solo para ver cómo las consecuencias de sus actos le separaban de esas personas para siempre. Cuando Laurie lo apuñala y le da la espalda, la minúscula parte de humanidad que aún quedaba en el monstruo desaparece para siempre y culmina así el arco que, al igual que las precuelas de George Lucas, existe no para contar el origen de la persona sino para relatar su completa destrucción.
(Continúo en el spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En este sentido Zombie toma un personaje que me interesa justamente por lo poco que sé de él con la arriesgada idea de llenar los huecos, de contar una historia que explique de manera subliminal la razón de su comportamiento. Loomis dice algunas cosas de manera explícita, pero normalmente son comentarios superficiales sobre lo esencial que nadie explica. Nadie dice por qué se esconde tras una máscara más allá de algún comentario obvio e irrelevante al respecto. Nadie dice por qué nunca habla más allá de señalarlo en algún momento. Nadie explica por qué se mueve de esa forma, por qué observa de esa manera a la gente a la que asesina, por qué ladea la cabeza mientras contempla y escucha el último latido de una de sus víctimas, ni qué disfrute encuentra matando, aunque se divague superficialmente de vez en cuando en torno a esto.
Sin embargo, cuando veo a esta bestia gigantesca moverse comprendo por qué avanza tan despacio, por qué nunca dice nada, por qué observa con esa curiosidad el resultado de sus sangrientas atrocidades, qué lo motiva a actuar de una forma u otra y por qué se esconde detrás de esa máscara. Y no hablo de las respuestas más obvias a cada aspecto, me refiero a que el retrato que Zombie hace de Myers es profundo y riguroso y sobre todo tiene lugar a través de lo que cuenta la mirada de ese niño o su gigantesca figura adulta inmóvil. Se expresa a través de la imagen del Myers niño sentado frente a su casa antes de la matanza, a través de la brutalidad con que apalea la pared en los últimos minutos de la película o cuando recoge el pequeño hamster en los primeros segundos de la misma, o cuando se arrodilla y se retira la máscara frente a su hermana, cuando perdona una vida y cuando se la cobra, como en el caso del empleado interpretado por Trejo. Se siente natural que Myers se comporte como se comporta porque hay un retrato nítido y transparente a través de lo netamente cinematográfico, a través del mero arte del relato.
Es además una de las películas más genuinamente terroríficas que he visto. La escalofriante e imponente figura de este Myers –otra brillante decisión– se siente especialmente aterradora, y verle violentar el espacio seguro del hogar derrumbando salvajemente una puerta como una bestia imparable es una de las cosas más impactantes y estremecedoras que existen, llevando el slasher a un plano más físico, violento y brutal incluso que la obra original, gracias en parte a la ya habitual magnífica iluminación y a un impresionante trabajo de cámara, de composición y de uso del espacio en la que es la mejor dirección que le he visto a Zombie en lo que llevo de su filmografía y que culmina en una impresionante escena final digna de la más terrorífica pesadilla cuyo grito atronador resuena con la misma fuerza que el grito final de otra obra de ficción en torno al mal exactamente diez años más tarde.
Emplazar esta reflexión sobre el origen del mal y sus consecuencias en un remake de Halloween en lugar de elaborar una película independiente al respecto no solo no se siente fuera de lugar sino que añade nuevas e interesantes conexiones e implicaciones y redimensiona una obra ya de por sí completamente fascinante. No me imagino qué puede ser la segunda parte si se supone que es mejor que esto.
Sin embargo, cuando veo a esta bestia gigantesca moverse comprendo por qué avanza tan despacio, por qué nunca dice nada, por qué observa con esa curiosidad el resultado de sus sangrientas atrocidades, qué lo motiva a actuar de una forma u otra y por qué se esconde detrás de esa máscara. Y no hablo de las respuestas más obvias a cada aspecto, me refiero a que el retrato que Zombie hace de Myers es profundo y riguroso y sobre todo tiene lugar a través de lo que cuenta la mirada de ese niño o su gigantesca figura adulta inmóvil. Se expresa a través de la imagen del Myers niño sentado frente a su casa antes de la matanza, a través de la brutalidad con que apalea la pared en los últimos minutos de la película o cuando recoge el pequeño hamster en los primeros segundos de la misma, o cuando se arrodilla y se retira la máscara frente a su hermana, cuando perdona una vida y cuando se la cobra, como en el caso del empleado interpretado por Trejo. Se siente natural que Myers se comporte como se comporta porque hay un retrato nítido y transparente a través de lo netamente cinematográfico, a través del mero arte del relato.
Es además una de las películas más genuinamente terroríficas que he visto. La escalofriante e imponente figura de este Myers –otra brillante decisión– se siente especialmente aterradora, y verle violentar el espacio seguro del hogar derrumbando salvajemente una puerta como una bestia imparable es una de las cosas más impactantes y estremecedoras que existen, llevando el slasher a un plano más físico, violento y brutal incluso que la obra original, gracias en parte a la ya habitual magnífica iluminación y a un impresionante trabajo de cámara, de composición y de uso del espacio en la que es la mejor dirección que le he visto a Zombie en lo que llevo de su filmografía y que culmina en una impresionante escena final digna de la más terrorífica pesadilla cuyo grito atronador resuena con la misma fuerza que el grito final de otra obra de ficción en torno al mal exactamente diez años más tarde.
Emplazar esta reflexión sobre el origen del mal y sus consecuencias en un remake de Halloween en lugar de elaborar una película independiente al respecto no solo no se siente fuera de lugar sino que añade nuevas e interesantes conexiones e implicaciones y redimensiona una obra ya de por sí completamente fascinante. No me imagino qué puede ser la segunda parte si se supone que es mejor que esto.