Ya que John McLane está perdido en polleces de diferente calibre, otros deben (intentan) coger su testigo en películas con más o menos acierto. Y esto es lo que pasa en este film de Antoine Fuqua (un competente director, en todo caso): que coge elementos de aquí y de allá para intentar hacer una película al menos entretenida. Si coges algo de “Máximo riesgo”, lo mezclas con cositas de “Air force one” y copias sin piedad a “La Jungla de cristal” puedes llegar a hacer algo que, aunque no es original, puede hacer que pases el rato.
El tema de siempre. Unos terroristas quieren acabar con la hegemonía americana y para ello atacan la Casa Blanca y esa es la única novedad (no tanto). Hemos visto a terroristas atacar Nueva York cientos de veces, embajadas, autobuses, barcos, centros comerciales e incluso el avión presidencial. Así que había que buscar algo aún más grande. Y para ello, buscan el escenario más emblemático y más inexpugnable (es muy triste que caiga en 12 minutos) y allí se monta la de Dios es Cristo como ya pasara en “Alerta máxima” o “Muerte súbita” pero casi calcando al clásico de John McTiernan sin rubor alguno. De hecho sólo le falta a Gerard Butler decir “yipikaiyi, hijo de puta” para salir de dudas de que sea un remake o algo así.
Tiene un reparto de lo más granado: el mencionado Butler como héroe, Aaron Eckhart como Presidente, Morgan Freeman como portavoz, Ashley Judd, Dylan McDermott, Angela Basset, Radha Mitchell pero no consigue equipararse a sus referentes, la verdad. Pero no es una película aburrida, es incluso interesante y eso a pesar de tener uno de los momentos más irrisorios de puro patéticos que yo recuerdo**.