Se trata de una de esas películas que no tienen demasiado recorrido en nuestras salas pero de las que merece la pena ver por su rareza y, debido a ello, su originalidad. Una de esos films que de tanto en tanto nos llegan desde Australia, hecho íntegramente por australianos y que sorprende porque no es exactamente a lo que nos tiene acostumbrados.

Lo primero que llama la atención es su estructura de western que a mí me recordó algo a "Infierno de cobardes" mezclado con un poco de "Chocolat"... ese extraño/a que llega al pueblo y que trae consigo un soplo de aire fresco gracias al producto que vende (y que tienta a los lugareños) pero que parece que esconde algo...alguna intención oculta y personal. Tengo que decir que la sensación principal que tuve al ver la película fue la de estupor e incredulidad ante lo que estaba viendo. Lo negativo es que cuando sensación de extrañeza y sorpresa se convierte, por el paso de los minutos, en algo más rutinario, uno se da cuenta de que el film no llega hasta donde parecía que iba a llegar. La película no llega a despegar del todo, se queda a medio camino y es una pena por la sensación de lo que pudo llegar a ser y finalmente no fue... y es una pena. Se queda en una historia de venganza estrafalaria y que es digna de verse pero que no termina de ofrecer todo lo que prometía.

Como dijimos anteriormente, es una película 120% australiana: directora australiana; reparto íntegramente australiano con una Kate Winslet que está arrebatadora, una Judy Davis genial como siempre, Liam Hemsworth en el papel de hombre objeto (que lo hace bien) y un Hugo Weaving que explota una vis cómica pocas veces vista. ¿Es recomendable? Sí. ¿Es una cosa que te deje marcado? Pues no. Eso sí, la BSO es magistral (de un australiano que sólo pone música a pelis australianas)