Que Johnny Depp está de capa caída ya es, por desgracia, un hecho innegable. Va de batacazo comercial a escándalo personal y tira porque le toca. Pero hay que reconocer también que entre tanta mala película que ha hecho, esta podía ser su tabla de salvación. Pues sí, tenía la pinta de ser una buena película, un film de la mafia y basada en una historia real además, con un papel agradecido, con una trama pegajosa, un director con potencial y un elenco espectacular.
Pero no, aunque es interesantísima, hay algo que le falla, hay algo que hace que no termine de cuajar al final, la verdad. Puede ser que quizá el desarrollo de la trama se desmelena demasiado rápido o que no se consigue que haya empatía con el personaje.
Quizá ese sea uno de los principales problemas de la película, que el personaje de Johnny Depp no es comprensible; no se le atisba ni un rastro de humanidad, algo que sí se consigue con el personaje de Joel Edgerton por la fascinación que despierta en él la figura del famoso gángster interpretado por Depp.
También se puede destacar del film lo bien que representa las llamadas alcantarillas del poder, los tejemanejes, las zancadillas y las trampas que se hacen las distintas agencias gubernamentales de investigación, las corruptelas del FBI y de la Policía.
El reparto brilla sobre todo en la figura de Joel Edgerton y eso que Johnny Depp hace un buen trabajo pero es que esas lentillas, que son un horror, hacen que el espectador no se fije demasiado en su interpretación y sí en esa mirada que parece la de un extraterrestre.