Hubo una época hace ya unos cuantos años en los que el agente secreto al servicio de Su Preciosa Majestad pasaba una racha que dejaba mucho que desear. Era la época en la que un viejuno Roger Moore dejó el papel y buscar un sustituto fue una ardua tarea. Tras un primer intento infructuoso por hacerse con los servicios de Pierce Brosnan, tuvieron que fichar a un actor que provenía del teatro y que tenía un gran prestigio, Timothy Dalton.
Ahora se ven las películas de 007 protagonizadas por Dalton con una sonrisa de benevolencia y casi de condescendencia que parece superioridad. Pero hay que reconocer que esta primera película del Bond más tosco que se recuerda no es ni mucho menos una de las peores de la saga. De hecho, adelanta muchos elementos que ahora parece constantes en los films, sobre todo desde que los protagoniza Craig. Se opta por un argumento un poco más realista, como es la venganza por la muerte de un amigo (suena, ¿verdad?); el protagonista se aleja del prototipo que hasta ese momento había primado, es mucho más mastuerzo, alejándose de la elegancia característica de, por ejemplo, Roger Moore o Sean Connery.
En definitiva, el debut de Timothy Dalton no es tan malo como se presuponía y, a manos de un experto en las películas de Bond como John Glen, se podría definir como un producto digno.