En 1991 recuerdo el estreno de “Le llaman Bodhi”, una película a la que inexplicablemente, sin verla, le cogí manía. La idea de una película centrada en los deportes extremos y, en especial, en el mundo del surf, no me interesaba en lo más mínimo. Siempre la veía en las estanterías de los videoclubs y nunca la alquilaba. Y el problema es que sigo sin verla, aún sabiendo que es un título muy querido por muchos.
Ahora curiosamente nos ha llegado su remake, una suerte de cinta de acción influenciada por la franquicia de “The fast and furious”, siguiendo el argumento de aquel primer título protagonizado por Keanu Reeves y el añorado Patrick Swayze.
Y el problema reside exactamente en los dos protagonistas de esta nueva versión. Su ausencia de carisma es un gran lastre de cara a simpatizar con ellos y con sus acciones. Hay momentos dramáticos a los que les falta sincronía con un espectador más implicado.
Si bien las escenas de acción son francamente espectaculares, a la historia le falta alma por todos los costados. Es un film endiabladamente entretenido, digno de ser visto en una pantalla grande con un buen sonido; pero más allá de este aspecto evasivo, no hay nada nuevo bajo el sol.
Todo está impecablemente filmado, teniendo una hermosa fotografía de algunos de los parajes más espectaculares del planeta Tierra; aspecto ideal para todos los amantes de la aventura, los paisajes y las series de Discovery Max.
A pesar de todo resulta una agradable parada en el camino ante el aluvión de la temporada de premios que ya tenemos encima. Y vuelve a confirmar mi teoría de las “películas de robos”, que cuenten lo que cuente, siempre atrapan.
Eso sí, prometo ver la película original. De este año no pasa.