Hace 45 años Hollywood nos hizo creer que un tío con flequillo de farandulero podía volar. Y es muy probable que hace casi un cuarto de siglo, a los artífices de la atracción de coches de choque convertida en filón de oro les costase más imaginar que podían haber dado con una inasequible franquicia de cine de acción que nacía para echarse unas carreras con otro juguete de Nicolas Cage del que ni Nicolas Cage debe acordarse ya. Puede que ni a Moritz, ni a Universal Studios ni a Diesel se les pasara por la chola, como a los que alquilábamos ese chute videoclubero -yo en uno que todavía sigue en pie, por cierto- de gasofa y adrenalina que, 23 años después, se saliesen con la suya logrando que, a semejanza de Christopher Reeve, un coche pudiese volar por el espacio, que Nathalie Emmanuel aprenda a conducir en pocos minutos en un camión, que un bebé recién nacido se convierta en adolescente en un par de continuaciones después (ahora entiendo lo de que los Toretto sean "rápidos") y que un puñado de ilustres mastodontes -Cena repite, Momoa se estrena, también Alan Ritchson- completen el reparto capitaneado por el mismo Diesel y Michelle Rodríguez junto a cuatro ganadoras del Oscar pisando los aceleradores.
Lo que no te aconsejo creer, aunque te las vendan como tales, es que cada nueva entrega de Fast and Furious que dice ser el comienzo de su desenlace lo sea de verdad, o que cada continuación no sea más exagerada y espectacular que la anterior.
Es paradójico, no obstante, que el mayor punto de conexión con sus orígenes -la carrera de coches deportivos- aporte como adversario en esta ficción al hijo villano del padre villano de la aventura, la 5°, que trastornó -para bien- poniéndola patas arriba, la idea previa transportándola a un estruendoso, abracadabrante y loco parque de atracciones en el que quién se siente en la silla del director es lo menos relevante: Jason Statham se trae a su compañero de farras Louis Terrerier para reemplazar a un Justin Lin al que se le terminó la paciencia con el líder que estaba destinado al liderazgo de la marca teniendo semejante apellido.
Y ahora levantad las coronitas, pero no empecéis a jalar hasta que la abuela Toretto, eterna Rita Moreno ('West Side Story'), dé su bendición obligatoria a la barbacoa.