Creo recordar que una vez leí una entrevista en la que el propio Stephen King reconocía que sus novelas son a la literatura contemporánea lo mismo que un Big Mac a la cocina, definiéndose a sí mismo como la versión literaria de un McDonald's. Imagino que debía referirse a que todo el mundo le conoce, y el suyo es un producto rápido de consumir. Así que cabe suponer que para él implicaba mucho menos riesgo abordar una secuela literaria, casi 40 años después, de su tercera novela del que supondría para Mike Flanagan ('El Juego de Gerald') encomendarse a la durísima, titánica y suicida tarea de recoger el testigo de Stanley Kubrick.
Todo lo bueno (poco, muy poco) y lo malo (bastante más) que cabría esperar de 'Doctor Sueño' está ahí: las visiones fantasmagóricas que surgen de las sombras, los cuerpos y brazos que se retuercen y los tics habituales de Flanagan; un Ewan McGregor menos próximo a la esquizofrenia de Jack Nicholson que a la personalidad depresiva de uno de los protagonistas del anterior trabajo de su director, 'La Maldición de Hill House' -con la diferencia de que aquí el consumo de drogas es reemplazado por el alcoholismo inherente al legado de los Torrance-; Rebecca Ferguson haciendo lo imposible para no sentirse como una imbécil -otra vez, tras 'Men in Black: International'- con una chistera en la cabeza y liderando una secta de seres inmortales que absorben la energía de niños (¡!) con el don del resplandor. Y sí, el inevitable regreso a un Hotel Overlook abandonado y en ruinas al que, por increíble que parezca, ningún especulador inmobiliario ha echado el guante a lo largo de estos 40 años.
'Doctor Sueño' (2019, Mike Flanagan) podría haber sido al menos una eficaz (perdón, efectista) obra de género de no ser porque da la sensación de que al mismísimo Flanagan le acojona todavía más recorrer estos pasillos que a la versión infantil de Danny Torrance, cargando con la zozobra de saber que él no será jamás Stanley Kubrick. De hecho está a años luz de poder compararse siquiera a Steven Spielberg durante su paseo virtual por el hotel encantado en 'Ready Player One' (2018).
Rodar secuelas de según qué películas puede ser tan desaconsejable como cruzar la puerta de la habitación 237.