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Voto de Cinemagavia:
8
5,9
2.783
Animación. Drama. Romance Una chica de Tokio acaba de ser trasladada a una de las escuelas superiores de la ciudad de Kochi. Es guapa, buena en los deportes y en los estudios, pero de algún modo no consigue adaptarse a la vida social de la escuela. A ese mismo colegio pertenecen Taku Morisaki y Yukata Matsuno, dos grandes amigos, el primero de los cuales empieza a interesarse visiblemente por la recién llegada Muto. (FILMAFFINITY)
12 de abril de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La juventud recordada

Los recuerdos de adolescencia y las vivencias del primer amor son el escenario ideal de Puedo escuchar el mar. Keiko Niwa adapta la novela homónima de Saeko Himuro. En primer lugar, el film se aleja del sello de identidad de Studio Ghibli, ofreciendo una propuesta distinta y que se adentra más en el propio sentir, que en el género fantástico. Por lo cual, el guion se centra en las relaciones personales y en los silencios que terminan por sepultar los sentimientos que no se dicen. Además, conserva la sensibilidad que hay en las otras grandes películas del estudio de animación, pero los expone con realismo y de una forma más convencional. No obstante, la cinta sigue conectando con el espectador, dado que enseña algunas escenas cotidianas que hacen recordar esas emociones lejanas (o no) en el tiempo.

Por otro lado, no se pierde en solo focalizarlo en una problemática sentimental, sino que también habla sobre los estilos de vida, la intención de mejorar y la necesidad de mirar hacia adelante. Inclusive, plantea el dilema de las dudas que surgen en la personalidad de un adolescente en el último tramo de su vida, antes de comenzar la temida universidad. Sin ñoñerías ni edulcorantes innecesarios, se puede ver como los ideales y el pensamiento evolucionan a la par que las experiencias previas. Por lo tanto, hay algunas conversaciones que exponen el significado de la madurez y el constante movimiento y evolución en la vida de las personas. De esta manera, ha sabido equilibrar la parte pasional y emocional con la reflexiva e introspectiva, lo que hace que sea un festín de pensamiento interior para el espectador.

*Los primeros amores

La riqueza sentimental con la que cuenta Puedo escuchar el mar se debe a la conjunción de los personajes principales que intervienen en el film. Por un lado, Taku Morisaki es el principal eje de acción, además de ser la voz cantante que lleva el film. Aparentemente, despreocupado y sin intención de ir más allá en sus pensamientos. Se puede observar que es el que realiza una mayor evolución durante la película. Gracias a la manera en la que ha sido concebido desde el guion, se puede percibir todo aquello que no se dice y que, sin embargo, es fundamental para el transcurso de la película. Lo mismo ocurre con las relaciones que se forman durante el largometraje, que se confeccionan con una sensibilidad y profundidad exquisitas. Es la columna vertebral de las relaciones personales que se forjan.

Después, está Yutaka Matsuno, gran amigo de Taku y una de las piezas de este rompecabezas personal. Por suerte, se contempla desde un prisma menos detallista en su historia narrativa, lo que hace que no se plantee el film como una guerra entre las dos figuras masculinas. De esta forma, se va construyendo el análisis de la amistad y de la lealtad que envuelve a ambos personajes. Pero, sin duda, la pieza principal de este triángulo no es otra que Rikako Muto, la estudiante recién llegada de Tokio al instituto de Kochi. La manera en la que entra dentro del conflicto hace que se establezca esa apertura del mundo en los personajes principales, pero, además, tiene una riqueza narrativa espectacular. Aporta dinamismo, pero sin ligereza. También cuenta con un trasfondo importante, que unifica las dos partes para crear un triángulo emocional perfecto.

*Sin perder el referente

La dirección de Puedo escuchar el mar pertenece a Tomomi Mochizuki, no teniendo la participación de los grandes pilares de la compañía, Hayao Miyazaki e Isao Takhata, pero, aún así, mantiene la frescura del Studio Ghibli. Para comenzar, la animación se aborda desde una mayor madurez, pero mantiene ciertos toques que hacen que se enlace con el propio estudio de animación. Por lo cual, sabe marcar diferencia, pero manteniendo esa esencia de la productora. Luego, los colores que se utilizan llevan a una luminosidad que forma un buen combo con la concepción del pueblo y el estilo de vida de los jóvenes de dicha ciudad. Es más, el espectador siente esa sensación de viejo conocido, como pudiese ocurrir al visitar su pueblo o las vivencias que ha tenido en él. Por lo que, eleva el ambiente familiar.

Por otro lado, hay un gran detalle en dibujar escenarios que muestren en plenitud tanto la ciudad de Kochi como de Tokio. Aunque sea a través de la animación, se dejan esas pinceladas, que dejan algunas secuencias realmente preciosas y con un gusto artístico magnífico. Después, el montaje lleva un ritmo pausado y contemplativo. Podría provocar en parte del público ese efecto de nostalgia, mientras que en otros pueden sentir que falte celeridad. Sin embargo, es una película que busca una meditación y no pura acción. Por otra parte, la banda sonora se desarrolla a través de una mezcla de sintetizadores que recuerdan a “Words” de F.R. David o “Careless Whisper” de George Michael, que cautiva al espectador en un ambiente sugerente. Por lo cual, no se quita esa pizca de melodrama, siempre conservando su intención de mostrar el camino vital.

*Conclusión

Puedo escuchar el mar es una película que habla desde el sentimiento, del recuerdo, la nostalgia y de la madurez. Asimismo, el guion se fundamenta en las vivencias del ayer, sin dejar de lado la introspección personal. Mientras que ofrece una historia de amor en el que hablan los silencios, por otro lado, se expone la dificultad de decidir quién eres en la última etapa de la adolescencia. A nivel técnico, conserva la frescura de la animación del Studio Ghibli, pero marcando la diferencia. Además, emana un ambiente sugerente gracias a la banda sonora, aunque no abandona el realismo que cubre a la cinta. La emoción de revivir sentimientos pasados con la prudencia de volver a ellos sin pesar.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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