El hombre es un animal social -aunque no lo parezca en demasiadas ocasiones- que suele aprender y desarrollarse a base imitar, copiar, mimetizar lo que observa en su entorno.

Sus relaciones humanas están basadas en este principio. Basta ver como lo hacen los adolescentes en cualquier garito de este país. O como lo hacíamos nosotros también, porque todos, absolutamente todos hemos tenido quienes nos influenciase. Para bien o para mal.

De las perversas, dañinas y malas influencias se ocupa esta película del director de “L.A Confidential” Curtis Hanson, cinta a la que tuve siempre mucho aprecio y que revisionada posteriormente en repetidas ocasiones no puedo decir más que es fallida aunque interesante.

Es lo segundo porque tiene una presentación de los personajes muy buena, unos primeros 45 minutos de lo más acertado que se hizo en su época sobre como se puede cambiar a través de otro. Toda la intriga psicológica es de notable sin lugar a dudas, con un sobresaliente James Spader y un acertado Rob Lowe.

Ahora bien, cuando la cosa se va transformando en un thriller con psicópata incluido, donde la acción va ganando peso para convertir a los protagonistas en meros muñecos de un guión atolondrado, el nivel baja enormemente, hasta llegar a ese efectista y mil veces visto final.

Película muy irregular, con destellos de genialidades y calamidades a partes iguales, que sin embargo conviene ver para recordarnos que aquella máxima de dime con quien andas y te diré quien eres, sigue estando vigente hoy.

Nota: 6,1.