Gattaca es una de esas cada vez más raras obras cinematográficas tan prolija en todos sus aspectos técnicos y estéticos como sobreabundante en sus profundas ideas y argumento; que a la vez dificulta una opinión única (bastante posible con el 95% del resto del cine) y no por incapacidad innata (aunque seguro, algo de eso hay!) sino más bien por la compleja y potente inteligencia manifiesta tanto en todo lo que se ve como en lo que no de cada cuadro, cada secuencia, cada diálogo, de casi todo.

Retratando un futuro en que la condición humana se arrodilla completamente ante la tecnología y la ciencia se erige como la herramienta absoluta de segregación – el sueño de Hitler, pero sin genocidio – A. Niccol se las arregla para que aun, ante semejante realidad las cosas no luzcan tan mal, balanceando el gris porvenir con constantes invitaciones a contemplar los paisajes más hermosos; que armonizan lo natural y lo artificial; y convierten la cinematografía de Gattaca en uno de los elementos estéticos y narrativos más incitantes en el plano intelectual.

Pero en ese ajedrez humano la hegemonía genética descuenta la inquebrantable tenacidad del espíritu humano incodificable y rendido a la voluntad misma; corporeizada en Vincent el fulano de cuya transformación (con cambio de nombre y todo) cargada de vasta simbología, inspiración y drama real; somos testigos. Con perfecto dominio y con una contenida y muy convincente actuación Mr. Hawke se echa la película al hombro.

Como ya lo mencionaba aunque Gattaca posea un interesantísimo hilo narrativo, un argumento concreto a la vez radiante y un estilo inigualable –sólo posibles gracias al coherente guión– lo que más agradezco y gusto me causa es la tremenda fuerza y vigencia de sus ideas, la crítica y en un menor sentido defensa del avance de la ingeniería genética y sus eventuales perjuicios como fuente de discriminación o racismo, la profana ridiculización y desdeño hacia la religión, es brillante y a la vez insidioso considerar a los genéticamente no-aptos “hijos de Dios”. El entendimiento del enamoramiento y los sentimientos como meras consecuencias del anormal funcionamiento de un órgano (adivinen cual!), la ambigüedad en nuestros anhelos de perfección (o imperfección), las diatribas entre lo natural y lo artificial de la conducta humana y la proverbial confrontación o conciliación entre el vitalismo del espíritu y el reduccionismo bioquímico-genético; configuran un plato exquisito, difícil de resistir que logra incluso minimizar la exagerada especulación científica declarada por ejemplo en el viaje a Titán o la predicción de la edad de deceso a los segundos del nacimiento.

Gattaca es una ventana al aséptico futuro acompañado de un análisis clínico de las consecuencias de la entronización del positivismo científico-tecnológico en la sociedad; a la vez que nos exhorta a agarrarnos de nuestra alma y echar una mirada al universo.