Nunca había disfrutado en el cine tanto como lo hice viendo "La cinta blanca".
Este film es un laborioso trabajo en el que cada fotograma es una cuidada fotografía de época, concretamente en un pueblo protestante en el norte de Alemania en 1913, justo antes de la 1ª guerra mundial. Sus habitantes se nos van mostrando conforme suceden extraños y oscuros acontecimientos que nos narra un ciudadano del pueblo (el maestro), el cuál es el único enlace entre lo que pasa en el pueblo y el espectador. Haneke desnuda lo más inhumano de los hombres y nos lo destila minuciosamente servido en preciosos planos excelentemente iluminados.

Sin desvelar nada de la historia intentaré transmitir lo mejor posible y lo sublime de esta obra maestra.
Este trabajo de Michael Haneke no se queda en una historia. Lo que cuenta no es tanto como lo que no nos cuenta. Aunque la historia es muy concreta debemos tener en cuenta la relevancia del momento histórico y el lugar en el que nos situamos.
La inocencia es mentada en la película tantas veces que de tanto mencionarla se le borra el signíficado (excelente ejercicio de Haneke). No veo ni un ápice de inocencia en esta "cinta". Esta vez Haneke hace gala de un "Christian Berger" muy inspirado como director de fotografia que en el blanco y negro juega como nadie lo habia hecho antes. La ambientación es sobrecogedora, así como (sobretodo) la forma en la que se plasma lo más bajo del ser humano. Al finalizar la película cuento tan sólo cuatro o cinco personajes inocentes en una película casi coral donde cada actor (a excepción de alguno) es merecedor de reconocimiento.

Con la de películas que tenemos sobre la guerra civil y que haya tenido que venir un Austriaco a explicarme cómo el ser humano puede degradarse tanto como para dar lugar al fascismo. La educación basada en el miedo y el constante castigo son piezas claves para entender a (por desgracia) demasiadas generaciones.