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Voto de el pastor de la polvorosa:
7
Drama Nelly Lenz, una alemana judía superviviente de Auschwitz, regresa a su Berlín natal con la cara desfigurada y acompañada por su gran amiga Lene Winter, de la Agencia Judía. Nelly pide a un eminente cirujano que le reconstruya el rostro para que sea lo más parecida a como era antes. Recuperada de la operación empieza a buscar a su marido Johnny, un pianista. Pero el reencuentro no es lo que ella esperaba. (FILMAFFINITY)
28 de julio de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si en la historia reciente Alemania es un claro ejemplo de renacimiento de sus propias cenizas, esta película trata de mirar con más detalle y no extrapolar conclusiones sociológicas a nivel individual.

En realidad, la auténtica ave fénix son los mitos: ya que la filosofía y la ciencia sólo pueden explicar aspectos parciales de la realidad, son ellos los únicos capaces de darnos la ilusión de que comprendemos algo de lo que sucede, bajo la forma de unas pocas narraciones que renacen sin cesar. Esta película hace revivir mitos clásicos (Orfeo y Eurídice, que en esta ocasión intercambian sus papeles, y añaden un tercer vértice a su relación) o cinéfilos (Vértigo, claro, pero con neones rojos), para hablar de la culpa de los alemanes en relación con el Holocausto.

La primera parte de la película se centra en los supervivientes judíos, a los que se ofrece un estrecho marco de elección: o perdonar a sus verdugos y tratar de rehacer de un modo u otro su vida anterior en Alemania, o emigrar a Palestina (donde, como ahora sabemos, surgirán otros problemas). La protagonista, Nelly (una admirable Nina Hoss), parece salida en esta primera parte de Ojos sin rostro, la película de Georges Franju. Los personajes que la rodean, Lene, su amiga y rescatadora, y la criada de esta, se igualan casi con los nazis en su voluntad de control; y lo mismo podría decirse del soldado americano que aparece en el prólogo.

La segunda parte de Phoenix se inicia cuando Nelly dirige sus pasos a un local llamado Phoenix en la parte de Berlín controlada por los americanos; un salto de eje subraya la cesura, su entrada en el averno tratando de resucitar el pasado.

Quizá la película nada entre dos aguas, en su mezcla de experimento de laboratorio y aireación realista, entre la severidad de la vanguardia (apreciable en la austeridad de las imágenes y el control de los tiempos) y la aspiración a una forma de narración clásica. Más allá de esta ambigüedad, Phoenix es, en esencia, un bello ejercicio de teatro filmado (a quien lea esto como una crítica, le recomendaría volver al artículo de André Bazin Teatro y cine); muestra el proceso de transformación y reconocimiento de Nelly con paciencia y frialdad minimalista, como si el director siguiera la orden de la canción de Kurt Weill, Speak Low; dejando que la emoción vaya aflorando lentamente sin manipularla, hasta desembocar en un final perfecto, en el que la música se revela como mediadora infalible de la memoria.

Reseña publicada en: navegandohaciamoonfleet.wordpress.com
el pastor de la polvorosa
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