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Voto de Sr Mandarina:
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Documental
The Atomic Café es una película sobre la propaganda americana pro-nuclear en la que los hermanos Rafferty y Jayne Loader trabajaron durante cinco años. La idea fue de Pierce Rafferty, que encontró en la librería de San Francisco un catálogo titulado “3433 U.S. Government Films”, material que le inspiró para hacer una película que pudiera alcanzar “verdaderas cimas del absurdo”. (FILMAFFINITY)
23 de noviembre de 2013
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos levantamos de la cama. Son las 12 del mediodía. Bostezamos. Miramos por la ventana. Vivimos en una sociedad en constante efervescencia, recién salida de una guerra cuyo fin rogaba todo el mundo. La bomba puso el punto final, pero pocos entendemos todavía qué es la bomba, a parte de aquello que nos dio lo que tenemos. Agarramos con los dedos el asa de una taza de café con impotencia, o indiferencia, y seguimos viendo lo que pasen por la tele. Somos ricos: tenemos casa y coche, mujer, niños y perro. Somos felices, y poco más importa. Ha empezado el juego, pero ¿qué juego? ¿El nuestro? ¿El suyo? ¿Quién son ellos? ¿Quién somos nosotros?
Los peones del tablero quedan retratados como reyes en la fantasía colectiva de la propaganda. El documental es más que un compendio de revelaciones de la guerra nuclear, más que una muestra del ridículo prototipo de sociedad posindustrial que se inaugura. Es una lectura entre líneas del vacío de los cráneos bien alimentados por una ideología masticada y vomitada inserida con embudo. Una sugestión de que la ilusión y la ignorancia son hermanas, y de como se ha aprovechado de ello el televisor convirtiendo al personal en gente-butaca.
Los peones del tablero quedan retratados como reyes en la fantasía colectiva de la propaganda. El documental es más que un compendio de revelaciones de la guerra nuclear, más que una muestra del ridículo prototipo de sociedad posindustrial que se inaugura. Es una lectura entre líneas del vacío de los cráneos bien alimentados por una ideología masticada y vomitada inserida con embudo. Una sugestión de que la ilusión y la ignorancia son hermanas, y de como se ha aprovechado de ello el televisor convirtiendo al personal en gente-butaca.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
A veces, sin embargo, cantidad no implica calidad, y con un sencillo corto del Pato Donald antinazi puede entenderse toda la retórica americana de mediados del siglo XX, tan anticuada como el Hollywood actual, por cierto. Una vez aceptado que la cultura estadounidense se caracteriza por la seducción del pobre de espíritu, se entiende perfectamente la existencia de The Atomic Cafe y ese tinte irónico-revelador que lleva, permitiéndose el papel de redentor de masas como si alguien hubiese cambiado. Tal vez sí, pero solo en las formas, y eso es ya menos revelador y más el pan de cada día.
Se muestra, desde una superioridad moral pretenciosa, cómo hemos cambiado y qué tontos éramos, ubicándonos hoy en las antípodas de la inocencia como si hubiésemos evolucionado. Si, en cambio, la intención fuera mostrar el nacimiento de una sociedad digital, sería un buen intento. Por eso me gusta, porque aun sintiéndose uno en las antípodas de todo, siempre puede asosegarse al pensar: "el mundo es un absurdo, sí, pero yo estoy a salvo de la bomba."
Se muestra, desde una superioridad moral pretenciosa, cómo hemos cambiado y qué tontos éramos, ubicándonos hoy en las antípodas de la inocencia como si hubiésemos evolucionado. Si, en cambio, la intención fuera mostrar el nacimiento de una sociedad digital, sería un buen intento. Por eso me gusta, porque aun sintiéndose uno en las antípodas de todo, siempre puede asosegarse al pensar: "el mundo es un absurdo, sí, pero yo estoy a salvo de la bomba."