No sé qué tiene exactamente esta película, no sé por qué tiene esa capacidad de atracción de cierto tipo de cinéfilos de extraños gustos (como yo), ni por qué es una de esas películas que, misteriosamente, va gustándote cada vez más cuanto más tiempo pasa desde que la viste. No es fácil borrarla de la cabeza; posiblemente se deba a un hechizo vudú que imnotiza a individuos predispuestos y consigue obsesionarnos con su recuerdo.

Combinando en una medida sorprendentemente equilibrada (sorprendentemente porque a priori no parece congeniar) el mejor cine negro con un toque sobrenatural; la historia pasa ante nuestros ojos como oscura, como si encerrara algo que espera a salir cuando menos lo esperes, con extraños flashback que nos sumerjen en una pesadilla llena de preguntas sin respuesta y mucho sudor. El Nueva Orleans más ardiente y oculto es el escenario perfecto para servir el suspense.

Un Mickey Rourke en una de sus mejores actuaciones, acompañado de Robert de Niro, se baten en un duelo interpretativo del más alto nivel; y la escena pornográfica con Lisa Bonet, que supuso la clasificación X negándole a esta película el reconocimiento que pedía a gritos. La mejor película de Alan Parker.

Soy consciente de que no es la película perfecta, pero algo me empuja a considerarla como tal, tampoco creo que se hagan muchas más películas mejores que ésta, y menos hoy en día.