Nos encontramos ante una perfecta adaptación de los mitos dados a luz por la era de oro de los dibujos animados de los Estudios Warner y Metro, especialmente de las geniales creaciones del maestro Chuck Jones que veremos cálidamente homenajeadas.

Por un lado, tenemos a los padres del bebé, dos ricachones repipis y repelentes que se relacionan mediante su hijo secuestrado con un grupo de malhechores, simpáticos patanes muy humanos y cercanos al espectador, que desesperan al no conseguir atrapar al bebé. De este modo se traduce a la narrativa de la película la relación entre el Coyote y el Correcaminos o Tom y Jerry: un perseguidor necio pero tan gafe que despierta ternura y un perseguido inocente, inalcanzable y petulante, con la diferencia de que esta vez el objeto deseado no huye, sólo avanza inasequible mirando atrás de vez en cuando para mofarse de la desgracia de su compañero de reparto.

Usando esta receta el creador de Solo en casa alcanza el cénit de su carrera y de las películas de humor físico de los 90 gracias a unos ingredientes suculentos:

-Todos los personajes son característicos y muy sólidos, especialmente el trinomio arquetípico que conforman el cabecilla inteligente, carismático y desafortunado y sus dos ayudantes idiotas (uno de ellos fortachón) cuya encantadora relación da lugar a un constante murmullo de discusiones que acompaña a casi todas sus escenas a modo de amena banda sonora.
Mención especial en este apartado para el estoico policía y la niñera como verdadera madre sentimental de Baby Bu.

-A lo largo del metraje disfrutamos de infinidad de trompazos, retorcidos accidentes y golpes en las pelotas (minutos: 9:40, 25:40, 48:30, 56.40, 61:00 y 72:00) verdaderamente logrados que en ocasiones se suceden en batería y nos permiten abandonarnos a la carcajada más primaria y sincera.

-El argumento, su enlace narrativo con el cuento favorito del bebé y su viaje por la ciudad, es sencillamente encantador, delicioso y elegante. Una trama tan sencilla como un cuento infantil se entralaza magistralmente con los demás elementos de la película.

-El aspecto sonoro y visual, planos que muestran la acción de la manera más directa y una música de acompañamiento al estilo de la década, pone la guinda a este pastel.

Así, El peque se va de marcha es, sin duda, un filme maravilloso que nos brinda la oportunidad de disfrutar como niños si somos capaces de hacerlo, si recordamos cómo reírnos con las bases fundamentales del humor, cosa que muchos, desgraciadamente, olvidan al crecer.