Hace unos días tuve la feliz idea de juntar a mis cuatro sobrinos para ver una película y pedir unas pizzas. Después de una hora eligiendo películas, decidí que íbamos a ver El Secreto de la pirámide. Un desastre, gritos, lloros, peleas, ni puto caso a la película, helado de vainilla en mi sofá y toda clase de perrerías al gato, incluyendo rociarle con agua.
Creo que si que se quedaron con que era la historia apócrifa de un joven Sherlock Holmes y su fiel amigo Watson. Diez años antes de que J. K. Rowling escribiera sus primeros libros, esta película cuenta la historia de un colegio ingles, con muchos secretos y con una estética parecida a la de sus novelas. Podemos ver al joven John H. Watson como un prototipo de Harry Potter.

Guardo un buen recuerdo de esta película de aventuras, aunque quizás un notable es una puntuación alta. En su momento tuvo unos efectos especiales innovadores, pero hoy son obsoletos y poco creíbles.
Eran los ochenta y estaban de moda las drogas alucinógenas, un guion un poco rebuscado, pero con la gracia del cine de aventuras de adolescentes y la música que acompañaba a este tipo de películas.

Ya le comente a mi ahijado, a su hermana y a sus primos, que teníamos juntarnos mas y repetir la experiencia de ver todos una película en casa del tío. Estoy deseando volver a hacer de canguro.