Dicen que la gente no valora realmente su vida hasta que conoce la fecha exacta de su muerte.
Esta premisa es la que utilizaba el Puzzle en sus juegos macabros en Saw, y es la misma que comparten Freeman y Nicholson en esta cinta que, no busca tanto la lágrima facilona como el hacer ver al espectador que la Vida, con mayúsculas, no depende del tiempo que tengamos para vivirla, sino de las cosas que hagamos mientras estemos vivos.
La cinta es un canto a la vida sin concesiones, un bastón en el que se puede apoyar cualquiera que sufra la desidia, y el desconsuelo de una vida marcada por los sin sabores de la enfermedad, aunque esta germine desde el alma.
Huelga decir que la película no es más que su mensaje y la potente dupla actoral que reune el irregular Reiner, ya que el film resulta tópico y poco original en muchas fases.
Quizá, lo mejor de toda esta creación cinematográfica, sea comprobar como se puede hacer una película que clame a la vida,que intente barrer a la muerte con la llave, con el elixir más eficaz y potente: el humor.