No recuerdo la última vez que Pixar no acertó con su propuesta. Con altos y bajos a lo largo de los años, la compañía siempre ha conseguido atrapar a los más pequeños con historias de superación y tesón que también interesan a los adultos que los acompañan. “Coco” llega en un momento interesante en el que Trump mantiene una tensa relación con México, y por esto tiene aún más mérito a pesar de que el proyecto ya venga de lejos.

Casualidad o no, la película es un homenaje a México en toda regla, con multitud de guiños a su cultura, folklore y costumbres, situando la narración en una de sus celebraciones más importantes. Pixar vuelve a poner mucha carne en el asador con esta historia que reúne muchos temas siempre presentes: la importancia de la familia y sus raíces, el trabajo en equipo, aceptar a cada uno como es… y añadiendo al repertorio un tratamiento de ese proceso inevitable de la muerte muy adecuado y entendible para todos los públicos.

Es posible que “Coco” no sea la película más redonda de la factoría, sobre viendo que su predecesora es la imponente “Del Revés”. Muchos de los elementos que construyen la historia ya han sido utilizados en películas anteriores, puede que incluso con mayor acierto, de manera que no hay nada excesivamente novedoso. Pero no hay nada que no pueda compensarse con unos personajes a los que se les coge cariño nada más verlos, y a un ritmo constante que mantiene el interés del espectador hasta el final. Un final, por cierto, muy entrañable y sensible que cierra sin fisuras todo el argumento.

La magia acompaña al protagonista por un camino marcado por la ilusión y la decepción, por el deseo de intentar un sueño, pero que se apoya en recursos antes vistos para levantarse y superarse. Ese es el lema de Pixar, que firma una notable película alejándose de secuelas futuras y proponiendo un diferente punto de vista sobre un tema que siempre es complicado.