Edgerton, con su primera película en territorio americano, se reserva el que posiblemente sea el papel más jugoso de la película, la llave de su nacimiento, desarrollo y desenlace. Pero también ejerce de director aparentemente experimentado, firmando un trabajo con mucha personalidad, en el que tiene todo bastante claro en el horizonte.

"El regalo" sigue los cánones al pie de la letra y presenta tres actos diferenciados y con bastante personalidad: su comienzo en el que presenta a los personajes y sus relaciones como haría cualquier otra, tiene los pies en el suelo. En un entorno de tensa calma, los protagonistas ven cómo un antiguo conocido entra en sus vidas. Es un comienzo prometedor, rico en detalles necesarios pero sin desvelar nada concreto.

Su segundo acto también es como debiera ser: el desarrollo de nuevo mantiene la calma aunque mostrando algunas cartas, lo cual es inteligente si se hace en su justa medida. Ésta es la parte más larga, y por eso es quizás la más monótona, aunque en ningún momento pierde la atención del espectador. los personajes están bien construidos y aguantan la narración sin problemas.

Por último su finalización, su cierre. Es aquí donde la mayoría de las películas intentan atar los cabos, cerrar las tramas y decidir su final, normalmente mediante un giro inesperado, Y "El regalo" no pierde la oportunidad de hacer lo propio, con una excepción. Y es que su final abierto permite crear la duda en el público, y permite también que cada uno cierre su propia película. Sin giros de guión y sin golpes de efecto. Solo aprovechando la sombra de la duda que ha ido sembrando a lo largo de su adecuada duración.

Una película que sigue las reglas formales de la narración pero que a cada paso demuestra la personalidad suficiente como para crear sus propias normas que la diferencian de las de su género. Unas normas que marcan un camino paralelo para acabar siendo original y refrecante no sólo en su finalización, sino en el modo en el que todo se narra. Seguramente lo más importante.