“Langosta” tiene la capacidad de despistar al más pintado. En un mundo distópico, término que de tanto usarlo nos va a parecer algo normal, los solteros son enviados a una especie de retiro dorado para encontrar pareja. Hasta aquí todo más o menos normal, si no fuera porque a partir de esta idea, el guión, y por extensión su dirección, se enfrentan al reto de desarrollar una idea que parecía original y que por momentos de convierte en excéntrica.

No se sabe muy bien si se trata de un alegato contra la soledad, o si el guión, inspirado por un viento de componente aleatorio, pretende hacer algún tipo de crítica constructiva a todo aquel que quiera verla, o si su intención es hacer una defensa del sentimiento como algo químico más que como algo mecánico. En cualquiera de los casos, no hay idea errónea.

Algunas de las artimañas, también llamados argumentos, que la película utiliza para desarrollar la premisa inicial rozan la locura, como aquello de convertirse en un animal elegido previamente al llegar al extraño lugar en caso de no encontrar pareja. Éste es solo un ejemplo de las ideas que se desarrollan en su primera parte.

Contra pronóstico, la película mejora en su segundo acto, momento en el que los fugitivos conviven en el bosque, alejados de las ideas que les han llevado hasta donde están. Lanthimos acierta en la formulación e introduciendo algunos elementos románticos más convencionales, equilibra una historia bastante alejada de cualquier convencionalismo.