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Langosta

Ciencia ficción. Drama. Romance Narra una historia de amor no convencional, ambientada en un mundo distópico, en el que según las reglas establecidas, los solteros son arrestados y enviados a un lugar donde tienen que encontrar pareja en un plazo de 45 días. El tema central es la soledad, el temor a morir solo, a vivir solo, y también al temor a vivir con alguien. (FILMAFFINITY)
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Críticas 163
Críticas ordenadas por utilidad
5 de diciembre de 2015
358 de 450 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Langosta es la mejor película de Lanthimos. O es la primera película “buena” de Lanthimos. Ha conseguido depurar y afianzar su estilo. Su mensaje es más diáfano, sin esconderse en la espesura de un guión cifrado, como tal vez hizo en sus anteriores aportaciones. En Alps y Canino la anécdota parecía tener más peso que el fondo. El espectador solía quedar impactado por el contexto y los planteamientos de sus historias, pero al final no conseguía sacar muchas conclusiones. “Lanthimos es un tipo raro, y poco más”, podían pensar muchos espectadores.

Pero en esta depuración de su estilo se encuentra también el final de una etapa. Considero que Lanthimos ha tocado techo con su propuesta. Por eso no me gustaría estar en su pellejo a la hora de preparar su siguiente película. Parece un tipo inteligente y a buen seguro que se habrá dado cuenta de que hay un cruce de caminos tras salir de Langosta: o repetir el patrón y caer en le reiteración o tomar la esencia de su cine para explorar otras posibilidades. Esperemos que tome el segundo camino.

Y digo todo esto, porque la crítica de pedigrí española ha valorado negativamente a Langosta. Y entiendo algunas de las puyitas que le meten al griego. Pero no las comparto. Y diría más: si los críticos pro dan la espalda a Lanthimos es buena señal. Es que ha dejado de “molar”, y eso es casi imprescindible para crecer artísticamente de forma libre, al menos en una industria como la del cine en la que casi importa más cómo te vendas que la calidad del producto que vendes. Y luego está Boyero, que como Homer siempre rompe lo que no entiende. Qué tierno. Qué hombre.

Dicen que Langosta es una comedia. Lo es, y muy buena. Se me ocurren más de una decena de gags brillantes. Pero esta película es también, como acostumbran Lanthimos y Fillippou, una reflexión sobre las relaciones humanas contemporáneas. O dicho de forma menos trillada y pedante, sobre lo patéticos que somos, así en general. Si Canino ironizaba sobre la educación, Langosta apuñala nuestro modo de afrontar las relaciones sentimentales.

Con Lanthimos no hay refugio. Solmena a todos. El griego disfruta de lo lindo retorciendo nuestras debilidades. La densa sustancia que destila Langosta procede de exprimir el jugo de nuestras vergüenzas, esas que tapamos con mentiras y auto indulgencia.

Porque sí, tú también lo haces. Buscar desesperadamente una pareja para que haga la maniobra de Heimlich a tus frustraciones, darte golpes en la mesa para reforzar el mito del alma gemela. O celebrar la divina soltería bailando música electrónica mientras nos repetimos mantras autodefensivos del tipo “porque yo lo valgo” para ocultar el “fracaso” de no tener pareja. Solteros contra casados. Todos molamos mucho, pero los del equipo contrario, siempre menos.

Langosta muestra la mayúscula ridiculez de nuestros tiempos. Probablemente de cualquier tiempo en realidad, pero que la sociedad contemporánea ha llevado al límite movida por una incansable necesidad de patentar la felicidad, la mayor mentira de todos los tiempos. No es tanto que necesitemos ser felices, sino que necesitamos decirnos a nosotros mismos (y al vecino) lo felices que somos.

Lanthimos exagera y deforma los rituales cotidianos de las relaciones sociales. Unas relaciones desnaturalizadas, culturales, que no dejan de ser un juego en el que solo participan ególatras y parásitos.

A todos los personajes de Langosta les faltan varios hervores, actúan y hablan de forma mecánica. Al principio te ríes, luego sonríes. Y al final te enfrías (tiraba aire en la sala, pero aparte). El mensaje cala, hasta los huesos. De forma más incisiva que en Alps y Canino. Tal vez Lanthimos está proponiendo que aceptemos nuestra ridiculez y nuestras debilidades como paso previo para avanzar, para naturalizar unas relaciones sentimentales (y de cualquier tipo) que hace tiempo son solo construcciones culturales. O tal vez no está proponiendo nada de nada, que sería todavía mejor.

Langosta es muy buena, de lo mejor que he visto en mucho tiempo. Es la confirmación de Lanthimos como el mejor director europeo (en mi opinión, claro). En el fondo, me da igual que sea el mejor o no, que los críticos le den una palmadita o un sopapo. Lo que yo disfruté en el cine con Langosta hacía siglos que no sucedía. A todos los niveles. Y eso es mucho… para mí. En cuanto a Boyero, que se ponga una de Scorsese.

Lo mejor: el reparto, especialmente Farrell, está excepcional. El sentido del humor es magistral con algunas situaciones muy brillantes. Azuza la reflexión sobre la mecanización y desnaturalización de las relaciones sentimentales. Buen final.

Lo peor: probablemente sea (debe ser) el final de una etapa para Lanthimos.

[Escrito por david rubio para alucine (bolsamania.com/cine)]
david
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5 de diciembre de 2015
268 de 319 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Langosta', la nueva película del griego Yorgos Lanthimos llega a nuestras carteleras tras su paso por el Festival de Cannes, donde se llevó el Premio del Jurado, y tras ser nominada a cuatro Premios del Cine Europeo (mejor película, director, actor y guión). Sin embargo, en esta ocasión, la crítica se ha mostrado más dividida que nunca con lo nuevo del griego. No es de extrañar. La película comienza de forma inmejorable, ofreciendo un genial e insólito planteamiento inicial. Es Lanthimos en estado puro, con su humor negro característico, siendo brutal y a la vez desternillante. Durante la primera hora, resulta fresca, ingeniosa y divertidísima. Todo es deslumbrante, tremendamente original y posee el talento de su director para dejar al espectador con la boca abierta y con una gran sensación de satisfacción. El reparto está sensacional, en especial un Colin Farrell digno de premios.
Lanthimos da su particular visión sobre temas tan profundos como el amor, la soledad o la vida en pareja camuflados con escenas que rozan el absurdo creando un tono de comedia muy negra que funciona de manera perfecta. Recuerda enormemente a 'Canino', una de las películas europeas más interesantes e impactantes de los últimos años, con la que el director griego ganó gran prestigio internacional (con nominación al Oscar incluida).
Sin embargo, a diferencia de esta, 'Langosta' no es capaz de sacar su fantástica idea inicial adelante. Si la primera hora es magistral, la segunda es un completo disparate. No se entiende el rumbo que quiere tomar el director, ni lo que quiere contar. Parece que ya lo único que importa es conseguir un estado generalizado de desconcierto en los espectadores, sin tener nada interesante que aportar. Toda la gracia, frescura y originalidad del principio se tiran por la borda. Es una hora que se hace muy larga, en la que el tedio se apodera del protagonismo de la película y en la que todo empeora. Hasta el uso de la música (una melodía que se repite constantemente) pierde el sentido. Durante la primera hora reflejaba bien la monotonía y la soledad del individuo, en la segunda parte se hace un uso machacón (y sin sentido) de ella que termina agotando.
Es una verdadera lástima que algo tan brillante e inteligente se pierda por el camino, y además de forma tan estúpida. Lanthimos intenta ponerse más grave, el humor se pierde, y se convierte en una parodia de él mismo. 'Langosta', pese a sus intenciones y a su tremendo arranque, no consigue salir ilesa de una torpe y nada inspirada segunda parte que destroza por completo su conjunto.

http://ferhood.blogspot.com.es/
Ferhood
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6 de junio de 2015
158 de 194 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yorgos Lanthimos es de esos directores que parecen odiar a la humanidad, o al menos a esa parte conformista que no sabe lidiar (o no quiere ser consciente) con los problemas que nos rodean. En su quinta película, The Lobster, presenta un mundo en el que sólo se acepta la vida en pareja, esas personas que han encontrado al supuesto amor de su vida. Pero para aquellos que no lo consiguen o lo pierden por el camino, existe una segunda oportunidad, o, por el contrario, serán convertidos en un animal, aquél que el afectado elija.

El amor y la soledad, dos conceptos diametralmente opuestos y tantas veces cercanos, son explorados por Lanthimos en su cuadriculada visión del mundo, en el que la soledad es castigada y el amor es tratado como un acto mecánico, carente de todas esas variables que la riqueza del ser humano pueden presentar. Dibuja así un mundo hermético, hierático, estático; un mundo en el que los sentimientos han dado paso a la necesidad de encontrar a esa media naranja (o media langosta) y a la imposibilidad física de aprender a disfrutar la soledad o una vida no compartida, en la que puede haber cabida para un amor sincero, no manipulado, ni inventado y, menos aún, forzado.

Lanthimos vuelve a jugar a ser Dios: crea a sus personajes, les da vida y después, a sufrir. Los encierra en una prisión sentimental, tanto física como metafórica, un espacio donde vuelve a explotar su característico hermetismo y su formal frialdad, máxime en su visión de las relaciones amorosas, en las que introduce, además, ese elemento animal, representativo de la vuelta a lo salvaje, a ese instinto animal que anula todo lo característico del ser humano, o tal vez no.

The Lobster arranca de forma magistral, con una introducción rápida y un desarrollo preciso, pero no tarda en empezar a decaer y convertirse en un producto demasiado apelmazado. Más tiempo en el hotel y menos en el bosque (los dos escenarios de los que Lanthimos se vale para de(con)struir a sus personajes), hubiera conseguido hacer de esta película el plato gourmet que tendría que haber sido, a pesar de que el mensaje de Lanthimos se repita nuevamente. Si le ha beneficiado o perjudicado rodar en inglés con actores de sobra conocidos es un tema que no interesa. Su mensaje va a llegar igual sea en inglés, en griego o en chino mandarín. Es su estética y sus personajes lo que caracterizan el cine de Lanthimos, y con The Lobster lo vuelve a hacer, pero esta vez ha conseguido convencerme. Me quedo, sobre todo, con el cambio de registro de Colin Farrell, que ha conseguido mantener su rostro impertérrito, con las cejas en el lugar que le corresponde, y una Léa Seydoux en su papel más conservativo (si cabe). Buena elección de actores y de papeles que resaltan su resultado.

Esta es mi visión de la visión de Lanthimos sobre el amor, pero como siempre, en su cine cabe más de una interpretación. ¿Es The Lobster una crítica al conformismo en pareja o es un canto de odio al amor? ¿Es acaso un ataque directo al ser humano por su incapacidad de encontrar en la soledad una digna forma de vida? Vean y juzguen.
Kosti
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8 de diciembre de 2015
101 de 123 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer aparca su coche. Se dirige a un campo donde pastan burros. Empuña un arma y, sin pensarlo dos veces, dispara a sangre fría contra un animal. La escena de apertura ya es toda una declaración de intenciones. Quienes conozcan el cine de Lanthimos no se extrañarán ante semejante desconcierto pero para los que se adentren por primera vez en la perversidad típica del director supondrá el primero de los mazazos. En su escasa filmografía habita la sátira sobre una sociedad claustrofóbica, sobre el individuo que se rige por la falta de libertad. Si con la desconcertante Canino (2009) hacía alarde del totalitarismo como medio educativo y en la aplastante Alps (2011) ofrecía un estudio sobre el papel que representamos dentro de la colectividad, en Langosta continúa mostrando esa personalidad tan marcada de sus anteriores obras. Personajes inexpresivos, cierta teatralidad en el lenguaje y un sadismo que bebe del Haneke más polémico.

Sin embargo, esa perversión busca ahora su víctima en otra de las necesidades que la comunidad ha creado para sobrevivir: amar y ser amado. Esa dicotomía universal que en la mano de Lanthimos no dura un suspiro. El griego arremete con severidad contra el amor cuestionándolo de puro y llano egoísmo. Por lo que respecta al amor ¿somos uno o somos dos? La mirada pesimista de Langosta se centra en el individualismo como paradigma de la felicidad. Una visión un tanto realista si entendemos las relaciones de pareja como una satisfacción personal, como una estabilidad emocional impuesta por una sociedad en la que no se tiene cabida si los sentimientos no son compartidos. Una hipócrita sociedad que prefiere ver al individuo autolesionándose física o emocionalmente en pro de dejar de ser descartes. Por que pobre de aquel que no consiga seguir los cánones de las reglas marcadas. Serán castigados con miradas prepotentes, lastimeras, cínicas. En este caso Lanthimos los convierte en animal, eso sí, a su libre elección. Todo un detalle.

El gran acierto de esta distópica película en la que las apariencias son lo más importante para sobrevivir, es que vuelca toda su mala baba en un espectador que no sabe si reír o llorar, si salirse de la sala o permanecer pegado a la butaca por lo que está pasando en la pantalla. No nos engañemos. Pocos están dispuestos a aceptar que un aparente desequilabrado exponga sus miserias con una vís cómica que ya quisieran muchos y encima reirle las gracias. En efecto, Langosta es un espejo pero no sólo para las parejas que verán en ese intento hemofílico su fin de semana ideal. Los solteros, esos marginados en busca de plaza, contemplarán con estupor cómo ni siquiera ellos que tanto han abogado por la libertad, no pueden sentirse libres. Y no lo son porque nadie lo es. Porque estamos obligados a sentirnos aceptados asumiendo cualquier intento de unión. En definitiva, el egoísmo del individuo impera sobre lo demás.

Langosta es crítica, ácida, inteligente. Su humor negro se aplaude y su mordaz sentido del ridículo la convierten en una nueva marcianada del cine griego. En el primer tramo se sabe eficaz pisando suelo firme. Posee un ritmo mucho más ágil que las predecesoras obras de Lanthimos. Sus encuadres perfeccionados y unas solventes interpretaciones -soberbia Weisz-, mientras que el guión fluye a golpe de metáfora y simbolismo. Una idea brillante llevada a cabo con maestría. Resultaba difícil mantener el nivel de sátira de su arranque y sin embargo cuando el texto cambia de página, la cinta no decae por sus sólidas bases. Continúa repartiendo bofetadas para terminar sangrando. Maravillosa escena final con la que el autor sentencia eso que llamamos amor.

Una vez más lo ha conseguido. Lanthimos genera debate. Tras las horas e incluso los días, la película no finaliza. Se queda latiendo y eso la hace aún más grande. Y es que estamos ante una cinta cuya forma puede incomodar pero si se consigue superar, apuesto a que el fondo duele más. Nos cuestionamos, por tanto, si el raro de Lanthimos es una persona equilabrada o los desequilabrados somos los demás.
Ulher
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8 de diciembre de 2015
107 de 142 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cinta arranca bien, incluso muy bien. Retrata con agudeza e ingenio el absurdo reinante en un mundo fantasioso e irreal, con unas reglas disparatadas pero no del todo descabelladas, subvirtiendo nuestra escala de valores, trastocando nuestra seguridad en las convenciones de convivencia, alterando los tópicos implícitos de nuestra sociedad occidental sobre el amor, la pareja y la soledad. Y lo hace retratando un mundo reconocible y ordinario, pero alterando ciertas reglas sociales que nos hacen sentir como aberrante la cotidianeidad que refleja y que nos pone los pelos de punta.

El planteamiento es original y subversivo. Al deformar la realidad presente hasta convertirla en un sinsentido monstruoso nos damos cuenta de que muchas de nuestras pautas de conducta son fruto de la costumbre, de la tradición, de sobreentendidos sobre los que ni pensamos ni reflexionamos, sino que asumimos, con mansedumbre, como irreprochables o inamovibles, sin darnos cuenta de que son en muchos casos fruto del azar, del folclore o de la rutina, pero que nada tienen que ver con el sentido común o la salubridad de la sociedad que las engendró, no se sabe bien cuándo ni para qué. Hasta aquí las innegables virtudes de la cinta.

Pero una vez que se plantea y presenta esta ensoñación futurista en clave de tragicomedia grotesca, la cinta pierde el norte, se estanca, se repite, regurgita una y otra vez la misma idea sin acabar de digerirla ni proponer evolución alguna, sin sorprender ya en ningún momento, fatigando la paciencia del espectador que se revuelve en la butaca perplejo y hastiado por asistir a una buena idea inicial malversada y echada a perder por la pedantería y engreimiento suicida de su director y guionista, por completo obnubilado con su listeza pero incapaz de darle forma satisfactoria, divagando sin sentido, alargando situaciones, volviendo una y otra vez sobre lo mismo como en una noria desbocada, sin principio ni fin.

A mí me parece el típico y tópico producto diseñado para cosechar innumerables premios en cualquier festival internacional (con jurados más avispados y preclaros que el adocenado y obtuso público que paga por su entrada), donde casi parece que hay que besar los pies de los que descubrieron semejante muestra de inteligencia y profundidad y la pusieron en circulación, como contrapunto y denuncia del cine comercial que lo anega todo. Me gustaría equivocarme, pero creo que una buena idea no basta para sostener una película, sino que hay que ser tan exigentes como con cualquier otra propuesta, ya sea mayoritaria o minoritaria, ya sea atípica o adocenada. Pese al buen arranque, un truño.
antonalva
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