Rocky es una película de buena factura, que si no llevase el nombre de Sylvester Stallone en los créditos del guión y en su reparto, probablemente sería mucho más positivamente recordada. Cuesta creer, con la información que tenemos hoy, que un guión de Stallone podría ser altamente interesante, cuesta creer que una actuación de este personaje no cuente con el repudio.

El otro elemento que ha afectado la imagen de esta película son sus lamentables secuelas, que con una lógica propia del intérprete se fijaron más en la posibilidad de recaudar que en el aporte artístico que le podían propinar a la saga. Las secuelas no solo están demás, sino que afectaron directamente el prestigio de este primer film.

Si logramos obviar estos dos elementos -(a) el desempeño de Sylvester Stallone en el cine posterior a esta película y (b) las secuelas de esta películas-, si podemos hablar de esta película en su propio merito, podemos hablar de un resultado ampliamente satisfactorio.

Si bien no se trata de un film de antología, es mucho más que una película correcta. El film no posee la maestría de grandes
directos, ni tampoco posee un guión de máxima delicadeza. Pese a lo anterior es una película interesante, que representa un icono del sueño americano.

El guión, carente de la elegancia de los grandes genios, es más que correcto, suficiente para retratar el amor entre dos personajes tímidos, de baja autoestima. Alejado de cualquier glamuor de Hollywood, la película retrata a dos personas creíbles, que podrían perfectamente ser parte de nuestra vida.

Aunque les duela a muchos, Stallone fue en algún momento parte de una película más que satisfactoria. Es injusto que por el posterior desarrollo de este actor se ponga en un falso juicio a esta película, que no solo cumple en entretener, también cumple en entregar una visión propia del autor sobre el éxito y el fracaso.