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Voto de antonalva:
6
Drama Ryoata, un arquitecto obsesionado por el éxito profesional, vive felizmente con su esposa y su hijo de seis años; pero su mundo se viene abajo cuando los responsables del hospital donde nació su hijo le comunican que, debido a una confusión, el niño fue cambiado por otro. (FILMAFFINITY)
28 de diciembre de 2013
29 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es llamativo que ambas películas japoneses que se han estrenado con diferencia de una semana tratan de la familia, de los valores familiares, del amor paterno-filial y de los pormenores de las ramificaciones emocionales de los vínculos sanguíneos (o no). En España hemos tenido una similar reflexión con “La gran familia española”, pero ha pasado injustamente desapercibida. Ahora con “De tal padre, tal hijo” el tema central es la consanguinidad y sus sutiles e imprevistas derivaciones que nos abocan más allá de la familia tradicional y de la simulación más espuria.

Porque esta película es una reflexión sobre los límites del amor, sobre lo que nos une y vincula en las relaciones familiares, sobre las diferentes formas de abordar la paternidad (desde la exigencia de conseguir una fotocopia de una mismo o bien abriendo las puertas de la libertad a que nos sorprendan sin prejuicios), sobre la dificultad de vernos y vivirnos en nuestro rol de padre y sobre los conflictos que ocasiona no saber manifestar nuestro amor y devoción filial. En España todo lo que huele a familia nos parece rancio, obsoleto o reaccionario, sin darnos cuenta que de lo que trata es de nuestra infancia y de las ilusiones y frustraciones asociadas a nuestros primeros estallidos vitales; no se trata de una mera cuestión ideológica.

El final de esta película es emocionante, intenso, hermoso y desafía todos los convencionalismos y los esquemas conocidos, pero el conjunto se queda por debajo de los las expectativas creadas. Hay demasiados tiempos muertos, se acumulan demasiadas escenas similares, apenas hay evolución y desarrollo en una trama que como tal es poca cosa y se resume en una frase (al nacer, hay un intercambio de niños en un hospital y eso aflora seis años después). Y las dos horas de metraje se pueblan de pequeños matices y sutiles variaciones de las relaciones familiares que no acaban de apasionar ni convencer porque resulta premioso, solemne y, sobre todo, demasiado frio.

Mi sensibilidad mediterránea necesita de unos brotes emocionales más directos y transparentes y se atrofia y languidece ante tanto envaramiento emocional: la cinta no trasciende la corrección formal ni emana pasión o arrebato alguno. Es mucho mejor “Una familia de Tokio” y mi recomendación se inclina claramente por la película de Yôji Yamada, mucho más intensa, más conmovedora y más turbadora que ésta, llena de buenos propósitos pero rácanos logros.
antonalva
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