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Voto de antonalva:
7
Drama Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón (Stellan Skarsgård) encuentra en un callejón a una joven (Charlotte Gainsbourg) herida y casi inconsciente. Después de recogerla y cuidarla, siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado a semejante situación; escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, una vida llena de conflictos y turbias relaciones. Para su estreno ... [+]
26 de enero de 2014
32 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ingrata continuación del fascinante Volumen 1, ahora nos enfrentamos en esta segunda entrega al descenso al infierno personal, llena de aristas, de dolor, de daño, de perjuicio, de ingratitud, de felonías, de arbitrariedad, de amargura y sinsabores. Se hace difícil de ver y casi insoportable de aguantar en su machacona insistencia en indagar los más recónditos y amorfos entramados de la humillación, la culpa, la expiación y el sacrificio, como si de una mera mártir laica se tratase.

Porque estamos ante el calvario de un descreído, ante la ilustración de que no existe el más allá sino sólo el premio o castigo en el más acá, no hubiese más infiernos que las tinieblas terrenales, sin reparación ni purificación posibles que entronque con la tradición trascendente del ser humano. La pena es el destierro de la felicidad, no alcanzar nunca la paz, ni aspirar a la salvación o redención de la pena sino a través del más execrable del ojo por ojo y diente por diente. El descreimiento total de Lars von Trier parece abocarnos a la imposibilidad de encontrar la expiación o la remisión de la culpa, porque somos humanos y no hay nada fuera del ámbito terrenal, ni para bien ni para mal.

Por eso nos impone asistir a este abismo tenebroso donde la máxima trascendencia está en dar con la figura retorcida de un árbol, metáfora aberrante de nuestra alma impía, trasunto sin moraleja de las desdichas de la azarosa y sufrida protagonista. Todo es demasiado humano, desangelado (en sentido literal), desfigurado y monstruoso. No cabe el perdón si se niega la culpa, si se borra la transcendencia del alma o se identifica lo feroz, inmoral, cruel y sanguinario con la esencia misma del ser humano. Somos quien somos y nada más – parece decir.

La película se vuelve ingrata, amarga, deleznable y repulsiva, quizás como reflejo de lo que el cineasta cree demostrado – y esta angostura y limitación narrativa acaba lastrando al conjunto: el guión hace aguas en la última media hora, porque da un quiebro inverosímil, trata de cerrar como un rondó tétrico la caída esbozada al principio de la historia. Sin lograrlo. Esa predeterminación fatalista le resta fuerza y la hace caer hasta casi anularla, por inverosímil, por forzada, por maniquea. No sé si era su propósito, pero aun siendo hasta cierto punto coherente, el final es absurdo e increíble y limita el alcance global de la obra. Espeluznante y desesperante, una lacerante decepción.
antonalva
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