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Nymphomaniac. Volumen 2

Drama Historia de una ninfómana contada por ella misma. Una fría noche invernal, un viejo solterón (Stellan Skarsgård) encuentra en un callejón a una joven (Charlotte Gainsbourg) herida y casi inconsciente. Después de recogerla y cuidarla, siente curiosidad por saber cómo pudo haber llegado a semejante situación; escucha atentamente el relato que ella hace de su vida, una vida llena de conflictos y turbias relaciones. Para su estreno ... [+]
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Críticas 82
Críticas ordenadas por utilidad
30 de enero de 2014
74 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aviso: La parte sin spoiler tiene spoilers del primer volumen.

Si me preguntaran con qué película Lars Von Trier ha disfrutado más escribiéndola y dirigiéndola creo que diría que ésta sin lugar a dudas. Al igual que Tarantino con Kill Bill, aquí encontramos al Lars Von Trier más auténtico y completo de su carrera. Ha llevado la posmodernidad a un nivel más personal y para llevar a cabo su historia no le tiembla la mano a la hora de mezclar géneros y estilos que puedan chocar al espectador (aunque ya está acostumbrado al modo en que se las gasta el danés). El drama y la comedia negra van juntos de la mano en un relato explicado desde el pesimismo y la depresión, la obsesión que es capaz de poseer e invadir a la voluntad humana, al raciocinio, la entereza y la cultura humanizada en la figura del viejo Seligman.
Se establece pues una interesante dicotomía, dos formas totalmente distintas de enfrentarse a la vida, el pesimismo lastrado por las inclemencias de un cuerpo que domina a su mente y el optimismo del hombre recto, culto, leído y calmado, capaz de analizar cada situación a través de metáforas y elementos artísticos.
El relato de la ninfómana se desarrolla a partir de ocho capítulos, cada uno con su personalidad propia, tanto de estilo como de contenido. A Lars Von Trier le apetecía introducir un elemento cómico que ocupara un parte importante del metraje y encaja a una Uma Thurman en uno de los capítulos más curiosos y divertidos del film, pero no contento con esto, en el siguiente capítulo vemos un blanco y negro muy inicio killbilliano volumen 2 que finaliza con una de esas escenas que no sabes si admirar u odiar, pero que no te deja indiferente, que te remueve por dentro y admiras la belleza de la imagen y te horrorizas por el contenido de ésta (sí, estoy hablando de la gotita que cae por la pierna). Si querías ser trangresor Lars, de verdad que lo has sido. A todo esto, decide amenizar la película con penes, decenas de penes, bellos, feos, gordos, delgados, negros, blancos y amarillos. Y mi novia me mira como diciendo “¿pero qué cojones es esto?” y yo le miro con cara de “es su película y se la f***a como quiere”. ¡Y bien que hace!
La historia trata sobre una adicta al sexo, que en sus inicios se vale de los demás para conseguir sus objetivos, se centra en el sexo como casi un sustituto del amor hasta que finalmente se siente traicionada por sus propios sentimientos (curiosidad: Joe raja de mala manera de aquellas chicas del club que se han acostado más de una vez con el mismo hombre, pudiendo caer en ese inenarrable sentimiento llamado amor. Pues resulta que Lars Von Traer es cofundador del Dogma95, y al igual que Joe con el club de ninfómanas, ha abandonado por completo su manifiesto). “Vulva vulva, mea vulva”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lluís
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16 de mayo de 2014
55 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo, al menos, estaba esperando una explicación del final ayer, cuando vi la película, pero no encontré ninguna que me gustase.

Cuando vi el final de la película me sentí un poco estafado, ya que, como mucha gente ha comentado antes que yo, parecía que se cargaba toda la evolución de los personajes de un plumazo, sobre todo al de Skarsgård. Ha sido hoy, tras 24 horas y 6 cervezas, cuando le he encontrado una ligera lógica al final de Nymphomaniac. Que sí, en parte puede seguir considerándose un poco tramposo por su parte, pero igual también puede verse de otra forma.

Como digo, lo malo del final es que en cierta manera parece que no encaja con el tono del resto de la película. Hasta ahí bien. Lo que yo intento hacer es interpretar toda la película teniendo en cuenta los 5 minutos del final en los que parece que todo cambia, y no al revés. Como digo llevo un par de cervezas así que igual mañana me arrepiento, pero creo que es la mejor manera de ver a Von Trier; con una mente abierta y atontada por el alcohol que te hace ver todo desde una perspectiva nueva (pero sin girar la cabeza de forma absurda, como hace Gainsbourg en la película).

Lo importante en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dahk
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27 de febrero de 2014
57 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bien, si la primera parte trataba un tema universal como puede ser una pulsión sexual más o menos incontrolada, aunque ya enfocada desde la óptica sesgada de una enferma psiquiátrica, en la segunda parte la enfermedad se agudiza y ya cualquier empatía con el personaje se hace imposible, por lo que el interés decae minuto a minuto en forma inversamente proporcional a los desvaríos de la protagonista. Que además carece absolutamente de atractivo sexual, a diferencia de la actriz protagonista de la primera parte.
Desde luego no es erotismo lo que pretende mostrar el director en esta obra. Precisamente es obvio que el concepto de seducción no aparece en toda la película. Aquí se trata tan solo de sexo puro y duro, deliberadamente mostrado en forma grotesca, patética y miserable, enfocado en la genitalidad, el furor clitoridiano y por supuesto el desequilibrio mental.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
clapton
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24 de enero de 2014
45 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si consideramos el primer volumen como un fálico tren en el que el ‘enfant terrible’ del cine europeo pasó por todas esas paradas (y vulgares-comunes habituales del cine porno) para desmitificar y, al mismo tiempo, embellecer la vida de su ninfómana protagonista, ahora llegamos a un oscuro túnel antes de la última estación. “Nymphomaniac. Volumen 2” es mucho más lóbrega, cruel, psicóloga, dolorosa y con menos (inclusive) escenas de sexo explícito. A la espera de comprobar el resultado al completo y sin censura, la mutilación a conciencia para la distribución internacional de “Nymphomaniac” nos deja también un sorprendente díptico en el que el director danés revela sus intenciones sin engañar a nadie desde su póster, como en las desgastadas portadas de una cinta X de videoclub. El porno fue utilizado como herramienta provocativa (y comercial) y gancho enmarcado en un ejercicio de pesca en su primera entrega y, ahora con la segunda, toca sufrir. ¿Si usted odió “Nymphomaniac. Volumen 1”, qué hace aquí?, parece decirle Von Trier a sus haters mientras prepara su fusta de diseño y ornamental antes de arrearles en su desnudo pompis con otra nueva ración de su cine.

Al igual que plasmó en la imprescindible “Riget” respecto al cine de terror, el director se replantea la comedia negra como solución a los clichés que delimitan los géneros, de trazar una solución sexual como mero recurso dentro de un drama que debate los mecanismos que utiliza la pornografía y sus articulaciones de narración: gratuitas, desiguales, caóticas. Si nos quedamos en ese anticlímax, vacío existencial, absoluta soledad y también el infierno (y pérdida del placer dentro del relato interno) de nuestra antiheroína, continuamos con su ‘folletín’ y relato cuestionado por un cultivado (y más sabio) espectador. El juego de roles de Joe y Seligman prosigue y la reconstrucción a lo Keyser Söze es desmitificada y cuestionada por un anti-narrador. Nada nuevo, aunque “Nymphomaniac. Volumen 2” sigue dejando ese choque entre la coherencia y el caos con sus manifiestas interiorizaciones buñuelianas donde nada realmente encaja. La actual Joe (Charlotte Gainsbourg) es idealizada en las figuras antagónicas de Ananya Berg o Stacy Martin, así como su padre permanece inmortal (y joven) dentro del cuerpo de Christian Slater o Michael Pas desmitifica a Shia LaBeouf, por ejemplo. Gainsbourg demacra su personaje y los rasgos provectos de Willem Dafoe o Udo Kier junto con sketches fálicos sirven a ese plantemiento de anticine del director danés para que la razón y la locura choquen como si fueran dos grandes y mastodónticos trenes (con órganos sexuales).

Este segundo volumen (y conclusión) es más turbio y sucio, más amoral y oscuro. Dejamos la pesca o la polifonía y nos centremos en el nudo Prusik, Poe, Freud e incluso Ian Fleming junto a ‘El Decamerón’ y ‘Las mil y una noches’ para arremeter con un debate controvertido sobre los pedófilos pasivos o la hipocresía reinante en la sociedad y democracia. El filtro del relato lo ejercerán lo profano y blasfemo y el discurso psicológico y la perspectiva maternal desempeñarán una manipulación y abstracción mucho más cruel dentro de ese mosaico de referencias culturales. La asexualidad es la cura de la sobredosis de sexo pero, ¿podemos llegar a serlo? ¿Es posible llegar a convertirse en ese solitario e inclinado árbol sobre una colina perdida e inaccesible?

El chiste queda como epílogo de la novelesca recitación y enmarca la moraleja de una coherente, agónica, mutilada y brutal obra: los seres humanos estamos atrapados dentro de nuestra propia sexualidad, dentro de nuestra propia mentira y máscara que disfrazados de raciocinio frente a la sociedad. Los dos volúmenes de “Nymphomaniac” realmente conjugan una gran burla que admite cuantiosas lecturas: todo es mentira y todo es real dentro de un gran espectro en el que el director de “Dogville” teatraliza y reinterpreta las cintas Gerard Damiano (“Memories Within Miss Aggie”, “Garganta Profunda”) para someterlas a su juego cinematográfico y a esa interrogación intelectual en su pornográfica visión de un drama existencial sobre la soledad, la vida y la muerte. ¿Es un troll cinematográfico Von Trier o un absoluto y controvertido genio? El tiempo dirá si ese árbol inclinado sobre una enigmática y solitaria cumbre se cae o prevalece a todos nosotros, series expectantes de una lubricidad superficial (y máscara) fílmica que esconde profundas y potentes reflexiones. Porque la incuestionable verdad es que nadie toma en serio al danés hasta que le volvemos a tomar en serio. He ahí su sádico truco y vuelta de tuerca: conseguir hacer que un supuesto chiste se deforme, como el sexo, en una tan oscura y profana como luminosa y mística revelación.
Maldito Bastardo
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26 de enero de 2014
32 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ingrata continuación del fascinante Volumen 1, ahora nos enfrentamos en esta segunda entrega al descenso al infierno personal, llena de aristas, de dolor, de daño, de perjuicio, de ingratitud, de felonías, de arbitrariedad, de amargura y sinsabores. Se hace difícil de ver y casi insoportable de aguantar en su machacona insistencia en indagar los más recónditos y amorfos entramados de la humillación, la culpa, la expiación y el sacrificio, como si de una mera mártir laica se tratase.

Porque estamos ante el calvario de un descreído, ante la ilustración de que no existe el más allá sino sólo el premio o castigo en el más acá, no hubiese más infiernos que las tinieblas terrenales, sin reparación ni purificación posibles que entronque con la tradición trascendente del ser humano. La pena es el destierro de la felicidad, no alcanzar nunca la paz, ni aspirar a la salvación o redención de la pena sino a través del más execrable del ojo por ojo y diente por diente. El descreimiento total de Lars von Trier parece abocarnos a la imposibilidad de encontrar la expiación o la remisión de la culpa, porque somos humanos y no hay nada fuera del ámbito terrenal, ni para bien ni para mal.

Por eso nos impone asistir a este abismo tenebroso donde la máxima trascendencia está en dar con la figura retorcida de un árbol, metáfora aberrante de nuestra alma impía, trasunto sin moraleja de las desdichas de la azarosa y sufrida protagonista. Todo es demasiado humano, desangelado (en sentido literal), desfigurado y monstruoso. No cabe el perdón si se niega la culpa, si se borra la transcendencia del alma o se identifica lo feroz, inmoral, cruel y sanguinario con la esencia misma del ser humano. Somos quien somos y nada más – parece decir.

La película se vuelve ingrata, amarga, deleznable y repulsiva, quizás como reflejo de lo que el cineasta cree demostrado – y esta angostura y limitación narrativa acaba lastrando al conjunto: el guión hace aguas en la última media hora, porque da un quiebro inverosímil, trata de cerrar como un rondó tétrico la caída esbozada al principio de la historia. Sin lograrlo. Esa predeterminación fatalista le resta fuerza y la hace caer hasta casi anularla, por inverosímil, por forzada, por maniquea. No sé si era su propósito, pero aun siendo hasta cierto punto coherente, el final es absurdo e increíble y limita el alcance global de la obra. Espeluznante y desesperante, una lacerante decepción.
antonalva
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